jueves, 27 de diciembre de 2018

Los Leones de Terracota del Casino Español de Matanzas

El Casino Español, con su escudo de armas adornado de dos leones guardianes, es uno de los edificios más emblemáticos de la ciudad de Matanzas. Su construcción se remonta a un momento clave en la historia de Cuba, cual fuera incitado por la declaración de Independencia en La Damajagua en 1868.

Detalle en la corona del frontispicio del Casino Español de Matanzas (1872)

Como su equivalente, el Casino Español de La Habana fundado en 1869-solo a cinco meses del fulminante 10 de octubre- el Casino Español de Matanzas fue destinado para adherir a la sociedad política colonialista en contra del proceso independentista. De esta manera, el Casino instituyó un sitio de encuentros para la elite dominante del gobierno español de Cuba; una especie de escenario para el desarrollo del drama político que se desataba entonces en la isla. 

Fotografía en albumina (1877) del antiguo Casino de una planta

Nuestro antiguo edificio fue inaugurado originalmente como el Casino Príncipe Alfonso XII en 1872 con la misma intención. En esta época constaba de una sola planta, un frontispicio con el nombre, estatuas y copas en su azotea, acompañados por una gran bandera. En 1897 un voraz incendio lo destruyó y sobre las ruinas de aquel se levantó en 1901, el nuevo edificio que nos llega hasta hoy.


Detalle de uno de los leones de terracota: guardianes fieles del blasón colonial

Su más alegórico adorno está integrado por el escudo real español que corona su parte alta, y cual esta franqueado por dos leones de terracota, reposados en él. Estos leones, según su marquilla localizada en la base, acompañadas del número 3, fueron realizados en la fábrica de alfarería de José Antonés en la barriada catalana de Hustafranchs, Barcelona. Este taller estuvo bajo el mando de José Antonés entre 1862 y 1863, y existió hasta 1937, cuando fue saqueada por los republicanos hasta desaparecer finalmente.

Sello de construcción, en la base de uno de los leones de terracota

Con el tiempo, se ha visto un amplio deterioro del conjunto escultórico, en especial la erosión del blasón. Según una inspección realizada recientemente por uno de nosotros (RVM) en los leones de terracota, se detectaron deterioros que requieren atención y mantenimiento urgentes.

Junto a copas y pedestales que hay en Trinidad y Cienfuegos, y por su antigüedad, estos leones de terracota, símbolos de la concordia colonial, pueden ser las más antiguas piezas de su tipo en Cuba. Estos conforman parte de un legado patrimonial, emblemático de nuestra época colonial y la arquitectura antigua de Matanzas. 




lunes, 26 de noviembre de 2018

Resurrección de los adoquines de Matanzas

Los adoquines resucitan para adornar, una vez más, algunas calles matanceras. Luego de varias décadas bajo el asfalto algunos espacios, como la calle del Medio o la Plaza de la Vigía, lucen nuevamente este centenario pavimento que exhibe su carácter funcional de antaño en perfecta sincronía con su significación patrimonial y la restauración de la ciudad. El origen y la composición de estas piedras es el tema que abordaremos en este blog.

Adoquines antiguos, de forma de cubo, de la Plaza de la Vigía. 

Estas rocas cortadas en bloques o cubos, son conocidas geológicamente como granito: una roca ígnea, de origen plutónico, muy dura y de edad considerable, compuesta de agregados de minerales como el cuarzo, el feldespato, plagioclasas, la biotita y la hornablenda. Desde la geología, al granito se le conoce como una roca de origen plutónico porque se forma en las entrañas de la tierra, o sea, en la litosfera a cientos de kilómetros de profundidad, lo que hace referencia al reino del inframundo, donde reinaba el mítico Plutón.

El granito de los adoquines de Matanzas es de origen norteamericano, importado de las canteras de Westerly, Otis y Westford, en el estado de Massachusetts y Connecticut desde mediados y finales del siglo XIX. Es por esto que siempre se les ha conocido como granito de Boston. Estas canteras comenzaron sus actividades a partir de 1792 y algunas de ellas aún se mantienen activas. El granito procedente de estas regiones, que adorna nuestras calles, es de tipo granodioritico; una forma de granito con minerales más finos y uniformes, donde predomina el mineral opaco de biotita. Los minerales que las componen crecieron y se solidificaron hace cientos de millones de años, en la época Precámbrica, en un antigua recámara volcánica.

Microfotografía de una muestra o sección delgada de un adoquín matancero. Aquí se puede observar grandes granos de feldespatos y cuarzo, y fragmentos más pequeños de biotita, moscovita y hornablenda.  

Matanzas no siempre tuvo adoquines o empedradas sus calles. Inclusive, muchos de los viajeros que la visitaron desde mediados del siglo XVIII y el XIX notaron las malas condiciones de sus calles, precisamente porque estas no cumplían con las más deseadas condiciones para el tránsito de peatones y carruajes. No sería hasta mediados del siglo XIX que se comenzaría a empedrar primero, y luego hacia finales del XIX, a adoquinar las calles de Matanzas. 

Antes de la llegada de los adoquines el sistema de empedrado se realizaba mediante la colocación minuciosa de rocas caracterizadas por su dureza y peculiar forma. Estas se colocaban sobre un substrato arenoso, usualmente adheridas al mismo mediante el empleo de un mortero permeable y flexible. Esto permitía el escurrimiento del agua y el lodo, prolongando la calidad de las vías y haciéndolas más cómodas para el tránsito.

Un ejemplo interesante del empedrado colocado entre 1854 y 1855 en la primitiva Plaza de la Vigía fue descubierto en las labores arqueológicas del Teatro Sauto. Este había sido inteligentemente preservado y utilizado por el arquitecto Daniel Dall’Aglio para mantener el substrato del Teatro Sauto. Los mismos barcos que visitaban el puerto, en ocasiones también cedían o vendían su balastro para el empedrado de la ciudad.

Guijarros o empedrado de la antigua plaza de la Vigía que existió debajo del actual Teatro Sauto. 

Con el crecimiento económico y social que experimentó la ciudad durante la segunda mitad del siglo XIX, se hizo evidente la necesidad de recubrir sus calles con adoquines, seleccionándose los que se extraían de las canteras de Massachusetts, Nuevo Hampshire y Connecticut. Esto se facilitó dada la estrecha relación que había entre estas ciudades norteamericanas y la nuestra. Desde 1879, y durante la década de 1880, se adoquinó la plaza de la Vigía, calles del puerto y de la ciudad.

Los primeros adoquines eran de forma cuboide, como los que se ven en la Plaza de la Vigía. A estos les siguió después otros cortados al estilo de bloque rectangular, conocidos como estilo belga, como los que se pueden apreciar en la calle del Medio y en el cuartel de Bomberos. Según la prensa del momento, el costo de importación de estos adoquines norteamericanos era de 25 centavos por cada 1000 kg. 

Adoquines del estilo belga del Cuartel de Bomberos. 

Luego, con el arribo del tranvía y el asfaltado de las calles, en especial los proyectos de los años 20 y 30 del siglo XX, quedaron sepultados los viejos adoquines y guijarros de las antiguas calles. Estos mismos adoquines hoy resucitan junto una ciudad inmersa en una novedosa restauración, y son testigos del suave despertar de “La ciudad dormida”.


viernes, 16 de noviembre de 2018

Nuevo aporte a la historia del Castillo de San Severino

Las prácticas locales no siempre siguieron las órdenes reales. Este es un argumento que exploramos en nuestro nuevo artículo publicado en la revista Islas. Nuestro trabajo trata sobre la construcción del Castillo de San Severino, especialmente entre su periodo de gestación en 1682 y 1683, hasta su estanco constructivo en 1698. Islas es una revista con una larga tradición en la divulgación de investigaciones en las ramas de las ciencias sociales y humanidades. Actualmente, su cede se encuentra en la Universidad Central Marta Abreu, de Las Villas. Es un verdadero honor para nosotros poder contribuir a ese gran cuerpo tradicional. 



Un breve resumen recoge la esencia del artículo:

La construcción del Castillo de San Severino, principal fortaleza militar de la bahía de Matanzas, Cuba, sufrió un estanco constructivo entre 1694 y 1716. En la escasa documentación publicada del inmueble durante esta etapa apuntaba a la falta de caudal y mano de obra constituyen la causa principal de la demora. Sin embargo, basándonos en el análisis de nuevos documentos históricos inéditos, incluyendo un memorial de Juan de Síscara Ramírez para la inspección del castillo en 1696, sugerimos otros factores que contribuyeron al paro constructivo. Entre estos se destacó el mal manejo por parte del gobierno habanero de las remesas enviadas desde Nueva España, lo que generó intriga y desconfianza entre ambos gobiernos, que finalmente afectaron las remesas monetarias, el pago de mano de obra, y materiales para la edificación de la fortaleza. Este análisis provee nueva información e interpretación de una de las etapas menos conocidas de la historia del Castillo de San Severino y la dinámica gubernamental relativa a la construcción y mantenimiento de las plazas cubanas a finales del siglo XVII.

Hasta ahora, el informe-memorial de Juan de Síscara Ramírez, hijo del eminente ingeniero militar Juan de Síscara Ibáñez, quien fundó los proyectos de la muralla habanera y el de la urbanización y fortificación de Matanzas, era desconocido. Este reveló cierta intriga sobre una inspección del Castillo, cual no le fue permitida por el ingeniero de la obra, Juan de Herrera y Sotomayor. Además, la documentación primaria adicional demuestra que tanto en la fundación como en la construcción del Castillo, los agentes locales no siguieron las continuas y claras instrucciones y ordenes reales. Consideramos que esto no es un evento singular, sino uno que hace espejo a una condición de comportamiento esparcida por el mundo novohispano. Un mundo lejos de la corona real, donde a veces las instrucciones y deseos de la corona no era el mejor interés o conveniencia de los habitantes.

Este trabajo está disponible de gratis en el portal de la Revista Islas y aquí.

Cita: 

Orihuela, J., O. Hernández de Lara & R. Viera Muñoz (2018). Órdenes reales y prácticas locales: el Castillo de San Severino de Matanzas y la dinámica colonial (1683-1698). Islas 60 (191): 39-68.



sábado, 20 de octubre de 2018

Revive el Reloj del Palacio de Gobierno

Entre el renacimiento que experimenta la ciudad de Matanzas hoy en todos sus sectores, y las celebraciones del 325 aniversario de su fundación, revive el reloj del Palacio de Gobierno de la ciudad.


Este magnífico edificio se ideo desde 1851 y, basándose en los planos del ingeniero Antonio Montenegro, Jorge Carbó finaliza su construcción el 20 de octubre de 1853. Su reloj fue instalado en la torre central del edificio por Domingo Toledo el 18 de agosto de 1855. Este se había comprado con dinero público, a un costo de 3500 pesos, de cual organización fue secretario Ildefonso Estrada y Zenea, bajo la gubernatura del sr. Brigadier don Pedro Esteban. El edificio y su reloj fueron bendecidos el 4 de noviembre de ese año, como parte de las celebraciones del santo patrono de la ciudad, San Carlos de Borromeo. 

Palacio de Gobierno. Fotografia de 1875. 

Posterior de la esfera antigua, hoy reemplazada del reloj. 

El fuerte huracán que azotó la ciudad entre el 7 y 8 de octubre de 1870, que destruyó el parisino Puente de Bailén, derribó totalmente este reloj “de esfera de cuarto”, para ser reemplazado por otro de esfera con doble cristal. Este otro reloj fue instalado por el relojero local Felipe Munch, en 1871, por un costo de 850 pesos. 


Siempre se consideró la manufactura de la maquinaria, campanas y manecillas a una compañía inglesa. Sin embargo, una inscripción en la campana mayor sugiere otro origen. Esta lee: “Bailly Compte Fils Aine a Morez”, que se traduce del francés como “Conde Bailly e Hijo de Morez”. 


El Conde Bailly y su familia fue una de las familias de prominentes manufacturadores de relojes de edificios de la ciudad de Morez, actual departamento de Jura, en la región Francesa del Bourgogne, fronteriza con Alemania en el este. Esta familia colocó uno de sus primeros relojes en la torre de Trémentines, en la cercanía de Nantes al noreste de Francia, a petición de un cura local. Entre 1845 y 1853 construyeron e instalaron más de 50 relojes, incluyendo, aparentemente, el nuestro en el palacio de Gobierno. 


La manufactura de estos relojes llego a un clímax a mediados del siglo XIX, pero recayó poco después bajo la presión de la competencia que le hacían los relojes alemanes, de mas bajo costo.
La compañía de Bailly e Hijos quedo disuelta poco después. 


Entre los días 10 y 11 de octubre de este año del 2018, una nueva cara le fue instalada a la vieja maquinaria francesa. Esta nueva esfera muestra, en brillantes colores, el escudo colonial de la ciudad de Matanzas, blasón que fue aprobado en 1828. La maquinaria fue restaurada, y así con ella, revivió el reloj, dejándose oír ahora entre los campanazos de nuestras iglesias, el paso del tiempo al ritmo del reloj del Palacio de Gobierno. 




viernes, 12 de octubre de 2018

Bendición de la Ciudad

En la mañana del 12 de octubre de este año, el obispo de la ciudad el monseñor Manuel Hilario de Céspedes y García Menocal, bendijo la ciudad ante una multitud de visitantes, ciudadanos e historiadores. Celebrándose de esta manera un verdadero momento histórico y transcendental como parte de la insigne celebración de la fundación de San Carlos y San Severino de Matanzas.


El evento tomo lugar desde el balcón del Casino Español, justo el mismo día y a la misma hora que 325 años atrás, el doctor obispo Diego Evelino de Compostela, bendijo la primera piedra de nuestro primer templo durante los actos fundacionales de nuestra naciente ciudadela. 



Hacía más de un par de décadas que la ciudad no presenciaba tal acto. Que este ocurriese fue el resultado de la colaboración, iniciativa, esfuerzo y determinación de la Oficina del Conservador de la ciudad, quien no solo devuelve un patrimonio físico, restaurado, sino también valores, ideales y tradiciones que nos caracterizan y que forman parte de nuestra identidad.

Fue un placer para nosotros y todos aquellos presentes participar en tan digno e histórico acto, que corre tan profundamente en las tradiciones de nuestra ciudad.


lunes, 8 de octubre de 2018

El Primer Escudo de Armas de Matanzas data a 1694

Las vísperas del 325 aniversario de la fundación de la ciudad traen una oportunidad especial para reflexionar en nuestra historia y los hechos que nos corona el tiempo. A través de esta nota, perseguimos la intención de aportar nuevos datos relacionados con nuestro escudo que remontan su génesis a los momentos mismos de la fundación de la ciudad. Sin duda alguna, aún existe valiosa información escondida entre legajos centenarios que se conservan en los archivos. Es tarea nuestra y de todo aquel comprometido con la conservación de nuestra herencia cultural, continuar la búsqueda y rescatar del olvido eterno esos preciados testimonios de nuestra historia.

Acabamos de recibir la grata noticia de que nuestro artículo sobre el primer escudo de armas o blasón de la ciudad de Matanzas fue publicado en la Revista Matanzas, bajo la dirección de Alfredo Zaldívar. Para aquellos que no tienen acceso a ella, aquí presentamos una muestra de las conclusiones presentadas allí. Para mayor informacion vease el articulo original de la Revista Matanzas.

Escudo de Armas o Blasón Escudo republicano de la provincia de Matanzas,
aprobado el 8 de octubre de 1917,
y asimilado por el Cabildo el 21 de enero de 1918.

La historia de la heráldica matancera es poco conocida y ha sido escasamente divulgada. Han sido pocos los que han vertido la tinta de sus plumas en desempolvar y desenredar los nudos que la oscurecen. Para los interesados se hacen imprescindibles los trabajos de Enrique Fontova (1918), el Magazín La Lucha (1923), José A. Treserra (1941, 1955) y Raúl Ruiz (1993). Dicha literatura ha quedado esparcida en el tiempo y constituye hoy una cita obligatoria. Pero lo cierto es que aún queda información importante por sacar a la luz.

El tema que aquí abordamos se basa en un interesante documento depositado en las arcas del Archivo General de Indias, donde dentro de un legajo referente a la fundación de San Carlos Matanzas, se encuentra la descripción del primer blasón ideado para la naciente ciudad en 1694.

Escudo de Matanzas segun aparece en la prensa La Aurora de Matanzas. 1833. 

Según las Actas que recoge la historia, el lunes 12 de octubre de 1693, en presencia de oficiales de la Capitanía General de Cuba, el gobernador Severino de Manzaneda nombra y funda la ciudad de San Carlos de Matanzas. Poco más de un año después, el 3 de noviembre de 1694, desde la capital de la isla redacta una carta al rey Carlos II, donde revela su larga visión para la nueva ciudad de Matanzas y la descripción de su primer escudo de armas:

“…titulada ciudad de San Carlos insinuando a vuestra majestad la jurisdicción…será una de las ciudades de más estimación que haya en la América por su situación y fertilidad. Me a proveído darle por armas dos puertas que corresponden a las dos llaves que tiene por armas esta ciudad [La Habana] que miran por antonomasia ser las llaves de ambos reinos y, como Matanzas y su castillo se hallan en el puerto que cubre ambos canales, el viejo y de Bahama, que es por donde desembocan todas cuantas armadas y tesoros…”

Manzaneda suplicaba que dicha proposición fuera de “…agrado a su majestad…” y que el soberano honrara “…con escudo de las dos puertas y castillo…” a la nueva ciudad de Matanzas.

Quedó así registrado en el tiempo el primer diseño heráldico que debía exhibir la ciudad de San Carlos de Matanzas. Los otros dos emblemas más antiguos conocidos hasta ahora, son los escudos del Castillo de San Severino (1694-1737), el escudo otorgado a Amoedo en 1734 y el de la bandera coronela del Regimiento de Matanzas de 1769. Esta última lleva el escudo real de Carlos III, Casa de Borbón (ver Orihuela et al., en edición). Lamentablemente, el diseño no parece haber sido acompañado con un modelo gráfico. El matancero Miguel A. Bretos, quien proveyó las primeras pistas sobre la existencia de este escudo, lo asumió denegado. Sin embargo, en otro documento del citado legajo hemos encontrado registro de su aprobación. El rey, actuando a través de la Junta y su regidor, el licenciado Zevallo, dictan el 12 de octubre de 1697, que dicha sugerencia de Manzaneda “no tiene inconveniente”, y “que ha sido muy de agrado de su Majestad…”. El mismo documento indica haber sido “visto y acordado” por la secretaría el 25 de febrero de 1698. Pero había un inconveniente, el gobernador y ciudadanos de la nueva población serían responsables de llevar los trámites a feliz término. Para entonces ya era muy tarde. Habían pasado cuatro años desde la carta del 3 de noviembre y Severino de Manzaneda tenía ahora otro cargo más elevado lejos de Cuba. El escudo quedó aprobado, pero olvidado.

Resulta reveladora la relación que quiso establecer Manzaneda entre el escudo habanero y el que proponía para Matanzas. Otra descripción del supuesto escudo no deja lugar a dudas o interpretaciones erróneas: “…le ha dado por armas dos puertas y un castillo y dos llaves que tiene por armas la ciudad de La Habana…”. La capital portaría las llaves y Matanzas las puertas, simbolizando de esa manera la estrecha relación geográfica y socioeconómica que existía entre las dos regiones. 

Escudo de armas de la Ciudad de La Habana, como aparece en
las Actas Capitulares capitalina. 

¿Pero a que escudo habanero de dos llaves se refería Manzaneda? Desde 1665, el blasón de la ciudad de La Habana había sido aprobado y registrado con tres castillos y una llave como sus atributos centrales. Los castillos representando las tres fortalezas, y la llave la ventajosa posición geográfica de este puerto en las Antillas. Resulta ilógico pensar que Severino de Manzaneda, en su calidad de Capitán General, no conociera a cabalidad el escudo oficial de La Habana. Llama poderosamente la atención el hecho de que el escudo que se describe como “…a imitación de las de esta ciudad que son, además de las dos llaves los tres castillos que cubren el puerto…” no sea precisamente el que representaba a la capital de la Isla. Hasta ahora se desconoce un escudo habanero con los atributos citados.

Escudos apócrifos de Matanzas

Nuestro escudo nos unifica y nos representa a todos. Sus atributos son la simbología de nuestro paisaje, de nuestra geografía, y de nuestro pasado. El matancero carga con orgullo el espíritu de un legado centenario. Ese halo inasible, esa imagen, ese inextirpable latido que llamamos matanceridad es inherente a todo aquel que lleva el polvo de Matanzas en sus huesos. Pero el ego descuidado es vigor a la intangible belleza del concepto y por eso, tal vez el escudo de la ciudad de San Carlos y San Severino de Matanzas pueda vivir como estandarte, como representación, cual quilla de nave capitana a todos los que nos sentimos profundamente agradecidos de ser matanceros.


Agradecimientos especiales: A Alfredo Zaldívar, editor y coordinador de la Revista Matanzas, a Jessica Duarte, intrépida periodista matancera, y a Dolores de los Ángeles Pardo, quien se aseguró de que nuestro mensaje llegara a su destino. ¡Gracias!

Literatura pertinente:

Fontova, Enrique (1918). Datos y notas sobre la formación y adopción del escudo de la provincia de Matanzas. El Escritorio, Cárdenas. 

Heráldica de Matanzas. Pp. 7-8. Magazín La Lucha (1923). 

Moliner Rendón, Israel (1959). Sauto, Historia de un Teatro. Imprenta Pimentel, Matanzas.
Orihuela León, Johanset; O. Hernández de Lara y Ricardo A. Viera Muñoz (en edición). 
Acercamiento arqueo-histórico de los blasones del Castillo de San Severino, Matanzas, Cuba. 

Ponte y Domínguez, F. J. (1959). Matanzas: Biografía de una Provincia. Imprenta El Siglo XX, La Habana.

Quintero y Almeida, J. M. (1878). Apuntes para la Historia de la Isla de Cuba con relación a la Ciudad de Matanzas. Imprenta El Ferro-carril, Matanzas.

Rodríguez García, Roberto M. y José M. Domínguez Martínez (2013). El escudo de Matanzas. Su Historia y Simbolismo. Monografias de la Universidad de Matanzas Camilo Cienfuegos. 

Roig de Leuchsenring, Emilio (1963). La Habana: Apuntes Históricos, Segunda Edición, Tomo 1. Editorial Consejo Nacional de Cultura, La Habana. 

Ruiz Rodriguez, Raúl (1993). El escudo de armas de la ciudad de Matanzas. Revista de la Biblioteca Nacional Jose Marti, 1:137-145. 

Treserra Pujadas, José A. (1940). La fundación de San Carlos de Matanzas” Periódico El Republicano (Matanzas) 9 de octubre de 1940. 

Treserra Pujadas, José A. (1941). Reseña Historica de Matanzas 1508-1941. Imprenta La Revoltosa, La Habana. 

Treserra Pujadas, José A. (1955). Nuestro escudo de armas original. El Republicano (Matanzas): 21 de mayo de 1955, pg. 5. 


martes, 11 de septiembre de 2018

Ahora disponible: artículo sobre las pipas para fumar tabaco del Castillo de San Severino

Nuestro artículo sobre las pipas para fumar tabaco del Castillo de San Severino, publicado en la revista International Journal of Historical Archaeology esta ahora accesible para todos los interesados en leerlo.

La editorial Springer Nature nos ha proveido un link para su distribución y aquí lo compartimos con ustedes, nuestros lectores. De esta manera, se provee acceso a información científica, normalmente inaccesible, que ahora ponemos en sus manos.

Este articulo trata  sobre las pipas de fumar tabaco como objetos arqueológicos diacrónicos y diagnósticos. La pipas o cachimbas son objetos portables personales, que hablan volúmenes sobre el hábito de fumar como un pasatiempo de la guarnición, que en este caso se extiende desde finales del siglo XVIII y gran parte del XIX. Además, nos permite una pequeña ventana al acceso, circulación e importación de estos artefactos de diversos lugares en Europa y como la preferencia tipológica varia en el transcurso de estos años.

Esperemos esto le sea de interés.


Acceda aquí para leer mas: https://rdcu.be/6hvK


jueves, 16 de agosto de 2018

¿Me reconoces? : Matanceros desconocidos del pasado

Si bien nos tomamos el esfuerzo de recordar, analizar e interpretar eventos pasados, también debemos tratar de darle atención a las personas, que aunque no personajes célebres, fueron sin duda componentes de una historia. En este caso, de nuestra historia común: La historia de Matanzas. Es por ello que dedicamos este post a matanceros desconocidos del siglo antepasado. A ellos los conocemos gracias a las fotografía que les sobrevivieron. 


Muchos ven pero no observan. Decía Berenice Abbott, famosa fotografa, que “la fotografía ayuda a la gente a observar”. Y estamos totalmente de acuerdo. Y no solo a observar, sino también a recordar. En más de una ocasión hemos considerado a la técnica fotografía como una verdadera máquina del tiempo. 


La fotografía nos permite visualizar, con poca distorsión momentos del pasado que de otra manera son invisibles; momentos perdidos al tiempo.


Hacemos ademas, un poco de atención en los mensajes que aquellas personas inscribieron en su momento, grabándolos, quizás inintencionalmente, para una posterioridad inimaginablemente más extensa. Estos mensajes que hoy nos aportan sus nombres, deseos o anhelos, nos permiten hoy un viaje al pasado de Matanzas. A casi mas de 130 años. Ese el poder de la fotografía. 


Ese también es el poder de los documentos históricos. Que con su gramática y caligrafía, tinta, papel o sellos de la época, como insectos muertos o cabellos trabados entre las paginas, inadvertidamente recogen y registran las idiosincrasias de una cultura y su tiempo; de un momento. 

“A mi inolvidable…dedica este recuerdo de cariño y gratitud:
 Leonor García, Matanzas, abril 11, 1888”

Invitamos al lector que pueda identificarse o identificar a uno de estos personajes de nuestra historia que nos haga llagar un mensaje. Ya sea a través de este blog o en un correo electrónico privado. Si por casualidad usted les reconoce, ayúdenos a darle su merecido momento en la luz de la historia y el recuerdo, pues estos fueron tan matanceros y cubanos como nosotros. 

“José María recibe este recuerdo como prueba del verdadero 
cariño que te profesa tu tía, Etna…julio 7/ 1894”

martes, 17 de julio de 2018

Leyendas Coloniales: El Perro Invisible

En este blog compartiremos una de las leyendas matanceras más conocidas y fantasmagóricas. El perro invisible sigue siendo tema de leyendas y cuentos de misterio en la ciudad. Pero ¿se ha vuelto a ver recientemente? Déjenos un mensaje con su anécdota.

Otro aspecto interesante es el uso de fechas y nombres que realmente forman parte de la historia de Matanzas. Por ejemplo, la familia Oramas es una de las 30 familias fundadoras de la ciudad, que desde 1693, viven en el espacio que ocupa hoy la Atenas de Cuba. El ingeniero Dionisio Valdenoches, como aparece inscrito su nombre en los planos y documentos de la época, fue el encargado de reconstruir el fuertecillo colonial en la desembocadura del río Canímar que todos conocemos como El Morrillo.

Sin más demora, aquí les va la leyenda del Perro Invisible de Matanzas:

"Doña Ramonita Oramas, viuda de Solís, vivía, al comienzo del año 1770, honestamente pobre y sola en una pequeña casa alejadas de la Plaza de Armas (hoy de la Vigía, en Matanzas).

Pero Ramonita tenía un fiel compañero de soledad en su enorme perro de blanco pelaje, al que ella llamaba Capitán.

Ramonita cosía primorosamente, hacia dulces y favores, y era recibida, por estar emparentada lejanamente con familias distinguidas, en todas las buenas casas de la población.

Con lluvia sofocante o calor mortificador todo vecino curioso podía ver a Ramonita, acompañada de Capitán, camino a la iglesia todos los días del año. Ella entraba y el perro se echaba en la puerta del templo en espera de su ama. Misa diaria y comunión frecuente eran el consuelo y sostén del valeroso corazón de la viuda cincuentona y hacendosa.

Ramonita tenía un curioso secreto: ella le había pedido a la Santísima Virgen, que le diera mucha vida a su perro, para que Capitán, su único compañero, pudiera estar con ella hasta que la muerte la llamara.

Así es que Ramonita se emocionó mucho cuando una mañana vio, desde su banco, que Capitán, rompiendo la costumbre de esperarla en la puerta entraba en la iglesia y se detenía frente a un altar lateral donde estaba la imagen de la Virgen Santísima y, después de mirar largamente la imagen se echaba frente a ella.

En la casi desierta iglesia nadie vio a Capitán echado a los pies de la Virgen María.

Y este episodio insólito de la vida de Capitán no tuvo más testigo que su ama, lo que no lo interpreto como una respuesta de la Santísima Virgen a su ruego de larga vida para Capitán. 


…oOo…

Nadie pudo explicar cómo había ocurrido el hecho: Capitán, el enorme perro blanco de Dona Ramonita, estaba muerto en la calle, frente a la iglesia, con la cabeza rota. Ramonita lloro a Capitán y rezo por el diariamente ante el altar de la Virgen María.

Tres semanas después de la muerte de Capitán, sintió Ramonita que en el patio de su casita ladraba un perro con el ladrido, inconfundible para ella, de su desaparecido Capitán.

Ante la insistencia del ladrido, Ramonita, se asomó al patio…Y vio a Capitán…Si, era Capitán, pero transformado, tenía el pelo blanco como si estuviera hecho de luna, y los ojos se le habían vuelto azules y luminosos…

Ramonita, sin miedo, llamo al perro…Y éste vino a ella meneando la cola jubiloso y le lamió las manos…Después se hizo invisible, desapareció…



…oOo…

Llego el mes de enero de 1771. Ramonita, en su lecho de muerte, revelo que todos los días veía a Capitán transfigurado en un ser protector y que era capaz de estar junto con ella, pero invisible…

Y Ramonita aseguro que ella sabía que la Virgen le había concedido vida eterna a su perro, que había hecho de Capitán un invisible amigo de Matanzas para ayudar a los buenos…

Ramonita murió…y los amigos de Ramonita pensaron que la historia que ella conto, poco antes de morir, no era más que un delirio de enfermo que se muere.

Una noche en marzo de 1771, el maestro Don Pablo García (que había sido traído de La Habana por el Regidor Waldo García de Oramas, lejano pariente de Ramonita) vio un perro enorme de pelambre como hecho de luna y ojos luminosamente azules….Pero que, ante sus ojos, se hizo invisible…

Y el maestro Don Pablo hablo mucho del perro que se hacía invisible. Y el Regidor Don Waldo García de Oramas, oyendo al maestro, llego a pensar que ese perro era Capitán…y recordó lo que decían había contado Doña Ramonita Oramas el día que se murió…



…oOo…

Y en el año 1779 vio al perro que se hacía invisible, el teniente de Infantería e Ingeniero Don Dionisio Baldenoches. Y lo vio el alcalde de Matanzas, Don Ignacio de Lamar, en el año 1801. Y también lo vio, en el año 1815, el Brigadier Don Juan Tirry.

Pero todos estos testigos de la vida invisible y al parecer eterna, del perro lunar pelaje y ojos azules y luminosos, en su oportunidad quitaron importancia a sus repetidos encuentros con el perro invisible de Matanzas, y terminaron afirmando que tal vez lo que cada uno de ellos vio, fue una sobre en la noche llena de luna que confundieron con un perro…

Y el perro invisible de Matanzas se hizo firme tradición. 


En Europa, en Niza, un matancero: Alejandro Odero (nació en 1827), pintó al “Perro Invisible de Matanzas”, y el cuadro de tema tan absurdo años después se perdió.

El poeta José Jacinto Milanés y Fuentes, afirmaba en febrero de 1863, que él conocía al Perro Invisible…Y que sabía que ese perro invisible casi siempre, era el consuelo de los solitarios, amigo de los artistas y poetas, y fiel protector del alma inmortal de la ciudad de Matanzas.

El poeta nacional Bonifacio Byrne, escribió un soneto al perro invisible. ¿Lo vio? Nadie sabe si vio alguna vez al perro invisible.

El perro invisible sigue cumpliendo su misión misteriosa por la calles de la ciudad de Matanzas y, los que pueden verlo, saben que es aquel mismo perro que describió Doña Ramonita Oramas viuda de Solís, en su lecho de muerte, en el apenas recordado año de 1771
".


viernes, 1 de junio de 2018

Los Puentes de San Luis

El paisaje urbano de la ciudad de Matanzas está caracterizado por sus puentes - estructuras imprescindibles en una ciudad entre ríos. Este blog estará dedicado a la historia de uno de los puentes principales que tuvo la ciudad de los Ríos y los Puentes, uno que conectaba el casco histórico con la Plaza de Villanueva en la barriada de Pueblo Nuevo: el Puente de San Luis o de la Carnicería.

Grabado en madera por Federico Mialhe en Cuba Pintoresca (1847). 
Sociedad Patriótica de La Habana. 

La ciudad antigua de Matanzas se encuentra abrazada por dos ríos principales: el río Yumurí hacia el extremo noroeste, que separa el barrio de La Marina de Versalles, y el San Juan, antiguamente llamado de Matanzas, cual separa Pueblo Nuevo del casco historico. Sobre estos dos ríos se extienden tres puentes viales, aunque hay otros, como el ferroviario giratorio, que conecta los barrios. Estos son el puente del Yumurí - conocido como de la Concordia o Lacret -, el puente del San Juan - antiguo Puente de Bailén, luego de Tirry - por la desembocadura del río San Juan. Y por último, el de la Carnicería, de la Plaza o de San Luis, localizado casi en el recodo del San Juan. 

Detalle del grabado Vista de Matanzas de Eduardo Laplant Isla de Cuba Pintoresca (1860). 
Véase el puente de la Carnicería, en el plano intermedio. 

Este ha tenido varios nombres y modelos en los últimos 200 años. Los planos de la ciudad anteriores al siglo XIX no señalan puente allí. Hasta ahora, el primer plano en indicar un puente en ese punto es el plano de Pablo Milera de 1815 (1). Dionisio Vives indica uno todavia sin construir, en línea con la calzada de San Luis, igualmente incompleta para 1826, cuando realiza el trabajo para su Cuadro Estadístico (2). 

Plano de Pablo Milera (1815). AHN de Cuba. 
Véase la letra B, superior. 

Plano de D. Vives (1827). Nótese la calzada punteada en la zona que cubre el puente hoy. 

Poco después, en 1828, el arquitecto Jules Sagebien esbozó un puente de madera que conectara la plaza de Santo Tomás -luego del Matadero, el Mercado o Domingo Lecuona- con la zona occidental de la Ciénaga de Pueblo Nuevo (3, 4). Para 1841, Sagebien había proyectado puentes para los dos ríos que bisecan la ciudad (4). Uno de ellos fue este, el de la plaza.

Rara fotografía, circa 1905, del puente de la Carnicería. Colección privada de los autores.

Este puente, elegantemente erigido en horcones de madera en forma de rejilla sobre bases de concreto, fue generalmente conocido como el puente de la Carnicería y figuró en varios planos de mediados y finales del siglo XIX, pero es muy poco conocido en fotografías. Su posición en ese extremo de la ciudad cumplió mayor función al ser construida la calzada de San Luis, cual luego sería expandida por el arquitecto Juan de Mena en 1860 para conectar el paraje de la Jaiba (5) con la estación de trenes de San Luis.

Vista del Puente de San Luis a finales del siglo XIX (Coll. Privada Leonel P. Orozco).


Rara fotografía, circa 1900, del puente de la Carnicería. Colección privada de los autores.

Rara fotografía, circa 1905 del puente de la Carnicería. Colección del Archivo Provincial.
Tomada de nuestro libro Matanzas en el Visor del Tiempo (2017).

Este puente de madera sobrevivió hasta ser reemplazado por el actual puente de Sánchez Figueras. Los otros dos puentes, el de Yumurí y el de la Vigía, fueron derribados en varias ocasiones durante los siglos XVIII-XIX por fuertes temporales, requiriendo de costosas reparaciones para reconectar las arterias de la ciudad que en ese momento se expandía. 

Fotografía de la construcción del Puente Sánchez Figueras, circa 1915-1916. 
Colección Privada Leonel P. Orozco, 
tomada de nuestro libro Matanzas en el Visor del Tiempo (2017). 

El puente Sánchez Figuera se construyó paralelamente al antiguo, cual no fue derribado hasta poco antes de su fundación el 16 de agosto de 1916, y por ello figuran raramente los dos en esta fotografía (6). Ya hemos dedicado todo un post a este evento y le recomendamos al lector que visite ese post aquí

Rara fotografía que demuestra, aun detrás del recién acabado Sánchez Figueras, el puente de la Carnicería.
Circa 1915-1916. Tomada de nuestro libro Matanzas en el Visor del Tiempo (2017).

Es así como el Puente de la Carnicería o de San Luis, quedaría para siempre en la memoria de los matanceros. Cuando usted cruce el puente de San Luis, recuerde que paralelamente a este hubo antiguamente uno de madera, hermoso, que también conectaba la población. Una población hoy ya casi desaparecida; la Matanzas de cien años atrás. 




Referencias

1. Plano de Pablo Milera (1815). ANC/Independiente General de Hacienda, Legajo 388, No. 21. Indicado con la letra B. Ver García Santana y Larramendi (2009).

2. Vives, Dionisio (1828). Cuadro Estadístico de la Siempre Fiel Isla de Cuba.

3. García Santana y Larramendi (2009). Matanzas: Atenas de Cuba. Polymita, La Habana.

4. Arestuche González, L., C. J. Rolo Pico, y R. A. Delgado Rodríguez (2014). Catálogo de los puentes proyectados por Jules Sagebien en la provincia de Matanzas. Revista de Arquitectura e Ingeniería 8 (3): 1-11.

5. Orden Real del 1 de marzo de 1860 a Juan de Mena. Archivo General de Indias/Ultramar, 51, Exp. 24.

6. Pérez Orozco, L., L. Arestuche, J. Orihuela León, y R. Viera Muñoz (2017). Matanzas en el Visor del Tiempo. Ediciones Boloña, La Habana.

Vease tambien: Ramon Cótarelo (1993). Matanzas en su Arquitectura. Letras Cubanas, La Habana.


miércoles, 2 de mayo de 2018

Estatua del Soldado Desconocido: Vigía de la Plaza de la Vigía

En la plaza fundacional de la ciudad de Matanzas-hoy Plaza de la Vigía- se encuentra una estatua dedicada al Soldado Desconocido. Esta estatua es también conocida con el sobrenombre de “Mambí Desconocido”, no obstante, su vestimenta alude a mucho más que a un simple soldado de nuestra guerra de independencia. En este breve post expondremos un poco sobre la historia del monumento y su viaje por la ciudad hasta terminar de fiel centinela de la Plaza de la Vigía. 


Según cuentan documentos de la época (1), la escultura de casi tres metros de altura, detalladamente confeccionada en mármol de Carrara, fue realizada por el escultor italiano Carlo Nicoli, en aquel país. Esta a su vez, fue comisionada a pedido del Centro de Veteranos de Independencia de la ciudad de Matanzas y costeada a suscripción popular en la primera década del siglo XX. Las gestiones fueron realizadas por el alcalde municipal Domingo Lecuona y Madan, coronel del Ejército Libertador, y Otto Daniel Droop, alemán de nacimiento residente en la ciudad.

Hasta ahora no se ha acordado el lugar donde ha de ser colocada, 
por lo que está depositada en el patio del Cuartel de Bomberos…” [sic]1
Fotografía circa 1913. 
La escultura representa a un “Capitán Libertador en traje de campaña mambí, con el machete en la diestra, defendiendo la bandera que descansa sobre el hombro izquierdo…Su indumentaria consiste en guerrera y pantalón, sombrero de guano, botas de montar, carreare con las insignias de Capitán, revolver y machete” [sic](2).

Estatua del Mambí Desconocido a la entrada de la Academia de Música, circa 1913. 
Tomado de Matanzas en el Visor del Tiempo (2015-2017). 

Al parecer la estatua llegó a Matanzas en 1913, donde fue colocada provisionalmente en el jardín principal y rotonda frontal de la Academia Municipal de Música José White, cerca del patio posterior del Cuartel de Bomberos de la ciudad (3), donde esperó hasta su inauguración el 10 de octubre de 1919 en el nuevo parque de la Plaza de la Vigía, donde aún se mantiene. 

Acto de inauguración el 10 de octubre de 1919. 
Tomado de Matanzas en el Visor del Tiempo (2015-2017).

El plan de restauración de la ciudad y su centro histórico, al mando del conservador Leonel Pérez Orozco, director de la Oficina del Conservador de Matanzas y un elenco de trabajadores, restauradores y arquitectos, restauraron el monumento durante el mes de mayo del año pasado. Todo ello en pos del remozamiento de la Plaza fundacional para el 325 aniversario de la Ciudad, cual celebraremos este año. 

Estado actual después de la maravillosa restauración. 
Fotografía propiedad y cortesía de Henry Delgado (meteorólogo matancero). 

Tarjeta postal de la Plaza de la Vigía-Plaza de Armas de la Ciudad de Matanzas, circa 1920. 

A un cuarto y trecientos años exactos, en ese mismo lugar, el ingeniero Juan de Herrera y Sotomayor junto al maestre de Campo, el Capitán General interino de la isla de Cuba Severino de Manzaneda, levantaron el plano que dejaba establecida la plaza de armas, la cual hoy conocemos como Plaza de la Vigía en la que se fundaría, el 12 octubre de 1693, la Ciudad de San Carlos y San Severino de Matanzas.



Referencias

1. Carlos García Vélez y Augusto Casamayor Guerrero (1913). Cuba Descriptiva: Datos sobre Municipios y Barrios, Tomo VII (pp. 137-138).

2. Ibid. Pp. 138-139. Ver también: Las Villas y Matanzas: Guía de Arquitectura y Paisaje. Junta de Andalucía, Sevilla–Santa Clara, 2002.

3. Leonel Pérez Orozco, Luis Arestuche, J. Orihuela León, y Ricardo Viera (2015). Matanzas en el Visor del Tiempo, Vol. 1. Félix Varela, La Habana (Edición príncipe). Segunda Edición (2017). Editorial Boloña, La Habana.