lunes, 26 de noviembre de 2018

Resurrección de los adoquines de Matanzas

Los adoquines resucitan para adornar, una vez más, algunas calles matanceras. Luego de varias décadas bajo el asfalto algunos espacios, como la calle del Medio o la Plaza de la Vigía, lucen nuevamente este centenario pavimento que exhibe su carácter funcional de antaño en perfecta sincronía con su significación patrimonial y la restauración de la ciudad. El origen y la composición de estas piedras es el tema que abordaremos en este blog.

Adoquines antiguos, de forma de cubo, de la Plaza de la Vigía. 

Estas rocas cortadas en bloques o cubos, son conocidas geológicamente como granito: una roca ígnea, de origen plutónico, muy dura y de edad considerable, compuesta de agregados de minerales como el cuarzo, el feldespato, plagioclasas, la biotita y la hornablenda. Desde la geología, al granito se le conoce como una roca de origen plutónico porque se forma en las entrañas de la tierra, o sea, en la litosfera a cientos de kilómetros de profundidad, lo que hace referencia al reino del inframundo, donde reinaba el mítico Plutón.

El granito de los adoquines de Matanzas es de origen norteamericano, importado de las canteras de Westerly, Otis y Westford, en el estado de Massachusetts y Connecticut desde mediados y finales del siglo XIX. Es por esto que siempre se les ha conocido como granito de Boston. Estas canteras comenzaron sus actividades a partir de 1792 y algunas de ellas aún se mantienen activas. El granito procedente de estas regiones, que adorna nuestras calles, es de tipo granodioritico; una forma de granito con minerales más finos y uniformes, donde predomina el mineral opaco de biotita. Los minerales que las componen crecieron y se solidificaron hace cientos de millones de años, en la época Precámbrica, en un antigua recámara volcánica.

Microfotografía de una muestra o sección delgada de un adoquín matancero. Aquí se puede observar grandes granos de feldespatos y cuarzo, y fragmentos más pequeños de biotita, moscovita y hornablenda.  

Matanzas no siempre tuvo adoquines o empedradas sus calles. Inclusive, muchos de los viajeros que la visitaron desde mediados del siglo XVIII y el XIX notaron las malas condiciones de sus calles, precisamente porque estas no cumplían con las más deseadas condiciones para el tránsito de peatones y carruajes. No sería hasta mediados del siglo XIX que se comenzaría a empedrar primero, y luego hacia finales del XIX, a adoquinar las calles de Matanzas. 

Antes de la llegada de los adoquines el sistema de empedrado se realizaba mediante la colocación minuciosa de rocas caracterizadas por su dureza y peculiar forma. Estas se colocaban sobre un substrato arenoso, usualmente adheridas al mismo mediante el empleo de un mortero permeable y flexible. Esto permitía el escurrimiento del agua y el lodo, prolongando la calidad de las vías y haciéndolas más cómodas para el tránsito.

Un ejemplo interesante del empedrado colocado entre 1854 y 1855 en la primitiva Plaza de la Vigía fue descubierto en las labores arqueológicas del Teatro Sauto. Este había sido inteligentemente preservado y utilizado por el arquitecto Daniel Dall’Aglio para mantener el substrato del Teatro Sauto. Los mismos barcos que visitaban el puerto, en ocasiones también cedían o vendían su balastro para el empedrado de la ciudad.

Guijarros o empedrado de la antigua plaza de la Vigía que existió debajo del actual Teatro Sauto. 

Con el crecimiento económico y social que experimentó la ciudad durante la segunda mitad del siglo XIX, se hizo evidente la necesidad de recubrir sus calles con adoquines, seleccionándose los que se extraían de las canteras de Massachusetts, Nuevo Hampshire y Connecticut. Esto se facilitó dada la estrecha relación que había entre estas ciudades norteamericanas y la nuestra. Desde 1879, y durante la década de 1880, se adoquinó la plaza de la Vigía, calles del puerto y de la ciudad.

Los primeros adoquines eran de forma cuboide, como los que se ven en la Plaza de la Vigía. A estos les siguió después otros cortados al estilo de bloque rectangular, conocidos como estilo belga, como los que se pueden apreciar en la calle del Medio y en el cuartel de Bomberos. Según la prensa del momento, el costo de importación de estos adoquines norteamericanos era de 25 centavos por cada 1000 kg. 

Adoquines del estilo belga del Cuartel de Bomberos. 

Luego, con el arribo del tranvía y el asfaltado de las calles, en especial los proyectos de los años 20 y 30 del siglo XX, quedaron sepultados los viejos adoquines y guijarros de las antiguas calles. Estos mismos adoquines hoy resucitan junto una ciudad inmersa en una novedosa restauración, y son testigos del suave despertar de “La ciudad dormida”.


2 comentarios:

  1. muy buen articulo. Gracias. No leia su blog hacia tiempo.

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    1. Gracias a usted por leernos. Quede conectado para nuevos posts. Saludos.

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