viernes, 5 de junio de 2020

Francisco Pérez: un ingeniero mulato y criollo en Cuba a finales del siglo XVII

Hoy queremos hablarles de un personaje importante en la historia de Matanzas, pero del cual se conoce poco. Aquí les presentamos una breve, pero gustosamente documentada biografía que nos permite un acercamiento a la larga y productiva carrera de este arquitecto militar cubano.

El boceto biográfico original aparece publicado en Librínsula, no. 396 de la revista de la Biblioteca Nacional de Cuba José Martí, bajo el acápite de “Nombrar las Cosas” – disponible aquí. El documento completo, con todas las citas requeridas, esta disponible de gratis en ResearchGate y Academia.edu. 

Sin más preámbulo, aquí va una transcripción de la publicación:

["...Francisco Pérez fue un mulato libre, natural de Santiago de Cuba, con una larga trayectoria en la arquitectura militar cubana de finales del siglo XVII. A través de su carrera trabajó en las obras más importantes de la isla, y sirvió junto a múltiples arquitectos e ingenieros militares por casi medio siglo. Lamentablemente, de su vida se conocen pocos detalles.

Nacido esclavo, adquirió su libertad y llegó a La Habana en 1650 como mulato libre. En 1666 fue examinado y aprobado para la plaza de arquitecto por el arquitecto de las obras reales de Madrid, Juan Torisa. Desde finales de esa década trabajó como aprendiz y discípulo de Juan de Síscara Ibáñez, sirviéndole de administrador de las obras habaneras, como la muralla. Adquirió el título de “Maestro Mayor de Arquitecto y Alarife” con el favor real y el asentimiento de varios gobernadores a finales de 1679. Antes, había aspirado a puestos de “medidor de tierras” y agrimensor. Con este título trabajó en las murallas entre 1684 y 1690, bajo la tutela de Síscara. Confeccionó planos como el que realizó para el Colegio de la Compañía de Jesús.

Francisco Pérez jugó un papel especial en los proyectos de fortificación de la bahía de Matanzas. Colaboró con Síscara en los proyectos de los gobernadores Ledesma, Córdoba, Viana y Manzaneda, con quienes realizó varios viajes de inspección y sondeo de la bahía entre 1681 y 1690. Para el gobernador Viana, en 1687, había ayudado a terminar un baluarte de la muralla habanera y acudido a la bahía de Matanzas con 50 obreros y un cantero. Sobre el terreno que luego sería ciudad, abrieron una cantera y construyeron un horno de cal para comenzar las labores de fortificar la bahía; proyecto que quedó paralizado. En enero de 1690, acompañó al gobernador Severino de Manzaneda, ingeniero militar Juan de Síscara y el piloto práctico de costas, Francisco Romero, a realizar un detallado reconocimiento del terreno -como el Corral de Yumurí - y sondeo de la bahía, en pos de adelantar este proyecto. Francisco Pérez participó en las mediciones y otros sondeos del terreno en 1690, pero no en 1693, para cuando estuvo involucrado en las obras santiagueras.

Al morir Síscara Ibáñez en diciembre de 1690, regresó a Santiago de Cuba, donde trabajó como arquitecto de obras militares en el Castillo de la Roca de San Pedro. Allí, el gobernador de Santiago de Cuba, Juan de Villalobos, con cierto apoyo limitado de Severino de Manzaneda, advocaron para que se le honrara al “ingeniero pardo” con el título y plaza de ingeniero militar de la isla, la plaza vacante de Síscara. Villalobos estipuló al Rey que Pérez era un ingeniero “experimentado” y de “suficiencia”, sumándole una pisca del racismo discriminatorio común de la época al decir que “…aunque su color es pardo, las obras, modestia, capacidad y buenos procedimientos son muy blanco…”.

En 1691, Manzaneda había informado la muerte de Síscara e indicado la necesidad de un reemplazo con la mayor brevedad con el fin de dar comienzo a la fortificación de Matanzas, para el cual consideraba a Pérez apto: “y lo tengo por abil”. Pero a pesar del patrocinio, el 9 de junio de 1692, la Junta de Guerra decidió darle la plaza al sargento mayor Juan de Herrera y Sotomayor, quien llegó a La Habana a tomar posesión de su nuevo cargo el 30 de octubre de 1692.

Quizás en la decisión de la Junta influyeron algunos antiguos criterios. En 1675, bajo la gobernatura de Ledesma, el obispo Díaz Vara Calderón prohibió todo tipo de fiestas en la isla, y en especial, en la ciudad de La Habana. En una noche de vigilancia, a “una cuadra del cuerpo de guardia del gobernador, encontraron un baile muy concurrido o deshonesto en la casa de Francisco Pérez, mulato libre, que ordenaron cesara” inmediatamente. La real naturaleza de la fiesta no se recogio en el documento, pero fue sin duda fuente de algun escandalo. A finales de 1689, el gobernador Viana Hinojosa se había quejado de Pérez, diciendo de él que era “muy flemático”, “no sirve”, “y nada ahorrativo en las obras que hace”. Además, que consideraba su sueldo excesivo, sumando “que este fue esclavo y goza un sueldo tan considerado como es de mil 072 pesos anuales”. Manzaneda también creyó excesivo su sueldo en 1691, y pedía que se le rebajara una tercia parte, pero que se le diera la plaza de Síscara. La Junta acordó aprobarle la plaza que poseía y seguirle pagando su sueldo, pero no la posición de ingeniero militar de la isla por ya tener nombrado un ingeniero.

En 1695, Francisco Pérez suplicaba que se le pagara el sueldo que se le debía por los cinco años desde que había comenzado a trabajar en el Morro de Santiago, informando que para entonces había cumplido 48 años de servicios, de los cuales 32 habían sido a salario y 16 a sueldo. No sería hasta 1697 que se ordenara pagársele los atrasos.

Desde mediados del siglo XVII venía creciendo una importante incorporación de criollos en puestos eclesiásticos y militares - los más elevados de la pirámide social de Cuba colonial. Pero esto no fue sin resistencia de la metrópolis y peninsulares. Como ejemplo en 1660, el comisionado general de Indias, Andrés de Guadalupe, le comentaba insultado al Rey sobre la petición de Gabriel Díaz Baza Calderón, obispo de Santiago de Cuba, de que se les permitiese a los criollos alcanzar el título de sacerdotes.

Francisco Pérez, el criollo ingeniero pardo, falleció en la ciudad de Santiago de Cuba en 1710 sin mayor título. Quizás más que su mestizaje, sueldo o anfitrión de exuberantes fiestas exóticas, fue ser criollo lo que le impidió alcanzar la plaza de ingeniero de la isla, una plaza, que entonces, como casi toda plaza militar o gubernamental de alto nivel, era reservada solo para peninsulares..."]


Cita recomendada: 

Orihuela León, J. (junio 2020). Francisco Pérez: El ingeniero pardo y criollo. Librínsula: Revista Digital de la Biblioteca Nacional de Cuba José Martí, no. 396: 1-4 (Nombrar las Cosas). 





lunes, 1 de junio de 2020

La búsqueda del mítico Yucayo a través de la arqueología matancera

Memorias de la Ciudad, publicación mensual de la Filial de Cárdenas y la Oficina del Conservador de Matanzas, nos acaba de publicar en su más reciente número (junio 2020, no. 24), un breve resumen de unos de los capítulos que integran nuestra nueva obra “Matanza de Yucayo: Historia y Mito”. Nuestros análisis – después de casi una década de intensa investigación - estarán muy pronto disponibles a través de la editorial Aspha (Buenos Aires, Argentina: ISBN-9789873851278).

En ella, se presenta un minucioso análisis y evaluación de fuentes documentales que recogen la famosa “matanza de Yucayo”, que supuestamente tuvo lugar en una bahía llamada “Guanima”; siendo este uno de los presuntos hechos más singulares ocurridos entre indocubanos e hispanos antes de la conquista de Cuba, comenzada en 1511 y, considerado por algunos, como el primer indicio de rebeldía aborigen contra las huestes conquistadoras.

Según cuenta la tradición, náufragos españoles fueron asesinados por los nativos de un poblado nombrado “Yucayo” y que a razón de esa “matanza”, quedó establecido el nombre de la región que hoy comprende la provincia, municipio y bahía de Matanzas. Sin embargo, con los documentos que se cuentan hasta el momento no se puede asegurar científicamente la ocurrencia de los eventos en la zona, ni siquiera el nombre de la aldea o la correspondencia de “Guanima” con la bahía de Matanzas, a pesar de estar cartográficamente asociadas desde la segunda década del siglo XVI.  Luego, en el siglo XIX, varios historiadores establecieron estas suposiciones con cuestionable o muy poca evidencia documental.

La “matanza de Yucayo” constituye ciertamente un acontecimiento histórico controvertido. Ya desde el siglo XIX se consideraba por algunos investigadores como escasamente verídico. Otros la defienden hoy a capa y espada. Nosotros proponemos que, de ambas maneras, el relato contiene matices de eventos históricos que pueden ser verificables. No obstante, después de una larga argumentación, nuestras conclusiones implican un reajuste importante en varios aspectos de esta historia local, la que por casi doscientos años se ha venido repitiendo de manera irrefutada y alcanzando tonos profundamente cimentados en la identidad de los matanceros.

Uno de estos ha sido, ya desde el siglo XIX, la sobreimposición del “Yucayo” en la ciudad de Matanzas. ¿Pero qué evidencia arqueológica existe que refute o reafirme esta hipótesis? Esa ha sido la pregunta básica que analizamos en el Capítulo 6 de nuestro próximo libro, presentado hoy, brevemente, en las Memorias de la Ciudad.

Espero que lo disfruten e inciten la curiosidad por una de nuestras más antiguas historias, considerada  por algunos como leyenda.

Está disponible a descargar con mayor resolución aquí.



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