viernes, 25 de marzo de 2016

Matanzas de Ayer y Hoy: Calzada de Tirry


Calzada de Tirry y calle de San Francisco, Pueblo Nuevo. 


Esta es la intercepción de la Calzada de Tirry y la calle San Francisco, en Pueblo Nuevo. Ambas fotografías están tomadas desde el mismo sitio y en ellas aparecen conocidos edificios como el antiguo Hotel París (al fondo a la derecha) y el inmueble que ocupa la Casa de Cultura Bonifacio Byrne, justo enfrente del anterior. La imagen moderna fue capturada en el año 2015, mientras que la antigua pertenece a algún momento de la década de los años 50.

La Calzada de Tirry es una de las arterias principales de la circulación de nuestra ciudad, junto a la Calzada de San Luis (antigua Calzada de Campuzano) y la Calzada de Esteban (Antiguo Camino Real de San Juan). Las dos primeras comunican, a través de sus respectivos puentes, la barriada de Pueblo Nuevo con la Matanzas intraríos. La última es la vía de enlace más importante que tienen los neopoblanos con el barrio de La Playa. La calzada en cuestión es nombrada en honor de Juan Tirry y Lazy, gobernador de la ciudad entre los años 1815 y 1820.

A partir de 1812 se comienzan los primeros intentos, aunque fallidos, por abrir una calzada que uniera la parte antigua de la ciudad con los terrenos al sur del río San Juan. Unos años después, en 1820, se consigue finalmente la construcción de la calzada bajo la dirección de Miguel Belismelis y el ingeniero Don Juan de Mena, quien participaría mas tarde en los trabajos para abrir el camino de San Pedro (hoy conocido como Belismelis) y la Calzada de Playa de Judíos, durante la segunda mitad del siglo XIX.

El desarrollo económico que experimentó la ciudad durante el siglo XIX se vio reflejado en la solidez y buen gusto de su arquitectura. A lo largo de toda la calzada de Tirry comenzaron a levantarse numerosos edificios que aun hoy se mantienen en pie. Entre los más notables se encuentran el Hotel París, el Nuevo Ateneo y la Estación del Ferrocarril de Sabanilla, magnífica construcción proyectada por el arquitecto Manuel José de Carrerá. De igual forma distinguidas personalidades se instalaron en residencias abiertas hacia la calzada, como el caso de la poetisa Carilda Oliver Labra, que habita una casa obra del genial arquitecto Pedro Celestino del Pandal.




Firma del gobernador Juan Tirry y Lacy en 1798
(tomado de AGI/Estado, 16, no.16 "Comision del Conde Mompox)

Fuentes


Alfonso, P. A. 1854. Memorias de un Matancero. Imprenta Marsal y Ca., Matanzas, Cuba.

Archivo Histórico Nacional de España (fondos en Ultramar 57 y 1460), y Archivo General de Indias (fondos: Fomento de Cuba).

Archivo Histórico de Matanzas

Arestuche, Luis, Leonel P. Orozco, Joha Orihuela, y Ricardo Viera (2015). Matanzas en el Visor del Tiempo. Editorial Félix Varela, colección Sagebien, La Habana, Cuba.

2012. Las Villas y Matanzas: Guía de Arquitectura y Paisaje. Junta de Andalucía, Sevilla-Santa Clara.

                                                          

domingo, 20 de marzo de 2016

Leyendas Matanceras: La Gaviota del San Juan


Aquí compartimos esta leyenda tan interesante y enigmática escrita por Américo Alvarado Sicilia en su obra “Siete Leyendas Matanceras”, reproducida en el sitio web Cubagenealógica.

Esta leyenda está enmarcada en las postrimerías de los años 1700s y está considerada por Alvarado como una de las más antiguas de la localidad. La misma constituye un interesante legado que tiene su origen en las tradiciones heredadas de los miles de negros esclavos que vivieron y murieron en Cuba durante todo el periodo colonial.



["Matanzas a sido dotada de una maravillosa naturaleza, nuestros paisajes sobresalen por su belleza y singularidad, rodeada de cuevas, valles, costas acantiladas y caudalosos ríos, se destaca entre estos últimos, el San Juan, impresionante arteria fluvial que recorre la ciudad alimentado por más de 50 potentes manantiales y que divide a la urbe en 2 barrios populosos, Matanzas propiamente dicha y Pueblo Nuevo; adornan este río hermosos puentes que comunican un barrio con otro, semejando un canal veneciano.

En el escenario de este río, el amor, el misterio y la maldad humana se dieron cita una primavera de 1795. Por aquella época Matanzas era una pobre aldea de no más de 10 mil habitantes, la rivera norte del San Juan estaba poblada de casitas pobres ocupadas por pescadores, y negros libertos. En una de ellas vivía Mª Teresa, una negra vieja que había sido esclava de Don Sebastián, un poderoso hacendado que, habiendo tenido amores con su bella hija mulata, confiaba el fruto de sus desvaríos a esta, manteniendo todo en secreto .

La niña se llamaba Julia Rosa, era de una belleza delicada, su piel de seda canela, de rostro lindo y subrayado por la perfección de dos ojos verdes que irradiaban luz de alegría de sus 16 años. Las habladurías se habían incrementado al verse que Don Sebastián también tenía los ojos verdes, y que despedían fuego cuando alguien se atrevía a comentar algo de los habitantes de la casita del río. Esto bien lo conocía su hermana mayor Rosario, que no veía con gusto que la vieja Mª Teresa viviera fuera de la casona de la calle Ricla, donde ella podía gobernarla a su antojo y ocultar mejor el secreto de su hermano.

La verdad era que Doña Rosario se daba perfecta cuenta de que aquella situación mantendría vivo el escándalo provocado cuando la hija de Mª Teresa pariera una niña casi blanca de ojos verdes y muriera de parto, muerte que Don Sebastián lloró en público el día del entierro. Además siendo ella viuda, los temores de un reparto de herencia la mantenían en guardia contra todo lo que pudiera afectar sus intereses y los de su hijo Felipe, gallardo joven de 25 años que ella aspiraba a ver casado con una rica heredera.

La noticia llegó por dos vías, la supo Don Sebastián en la plaza de la vigía por boca de Don Pablo García; y Doña Rosario al salir de misa por conducto de Doña Elvira; la noticia era sorpresiva, revelaba que Felipe desde hacía dos semanas era visita diaria en la casa de Mª Teresa junto al río San Juan.

Doña Rosario vislumbró todo el drama, Felipe y la bella mulata Julia Rosa eran novios, ese peligroso amor había que acabarlo de inmediato, una tarde que Don Sebastián y Felipe estaban en una de sus fincas del valle de Yumurí , recibió a Tata Mongo el viejo esclavo brujero que podía resolver este peligroso asunto, Tata le confeso a Doña Rosario que el tenía los secretos que trajo de áfrica ,el podía hablar con sus dioses y los espíritus de sus jefes brujos y obtener favores para resolver cualquier problema, Doña Rosario pagó a Tata Mongo y con una mirada cómplice despidió al esclavo.

Ya declinaba el sol cuando Tata Mongo llegó a la casita de Mª Teresa con un misterioso dulce de Coco para Julia Rosa. La vieja abuela había ido ayudar a una mujer que estaba teniendo un mal parto. Julia Rosa comió el dulce de coco, era bueno y extraño, mientras ella comía, Tata Mongo le hizo cuentos enigmáticos y raros, el último decía que en su tribu allá en áfrica, los grandes brujos podían convertir a los hombres en animales y a las mujeres en aves y que estas no morían nunca; Julia Rosa inquieta le preguntó si él sabía convertir en aves inmortales a las mujeres y Tata Mongo le respondió que sí, que a ella la podía convertir en gaviota y que no moriría nunca…

Julia Rosa rió mucho… después tuvo miedo…

Don Sebastián estaba como enloquecido, Julia Rosa había desaparecido de la casita del San Juan, Mª Teresa lloraba a todas horas, Felipe desesperado ya no sabía donde buscar, Don Sebastián indagó y pudo saber que Julia Rosa fue vista la tarde anterior con Tata Mongo en la casita del río, pero al viejo esclavo brujero no se le pudo encontrar pues se había ido esa noche a una finca lejana. Doña Rosario comenzó a sentir en el alma la mordedura venenosa del remordimiento y la angustia del arrepentimiento.

Una noche, después de la cena, llego Mª Teresa y todos, Don Sebastián, Felipe y Doña Rosario, le oyeron decir que: Ahora sabía lo que le había pasado a su nieta… Mª Teresa afirmó que Julia Rosa, por obra de los dioses africanos estaba convertida en gaviota, y que vagaba por el río sin morir nunca; todos creyeron que la pobre vieja había enloquecido, sólo Doña Rosario sabía la razón de aquella afirmación.

Pasaron los meses, Felipe iba a sentarse todas las tardes al San Juan, ya no era el joven alegre de antes, la tristeza lo embargaba y le trasmitía un aire ausente. Una tarde en que Felipe ocupó la piedra que le servía de banco junto a la abandonada casita de Mª Teresa, vino hacia él una gaviota, la vio posarse en una piedra cercana y lo miró de un modo raro, casi humano… la gaviota tenía los ojos verdes…

Pasaron los meses y Felipe murió loco porque se enamoró de una gaviota, fruto de la maldad y el misterio. Y la gaviota de ojos verdes del río San Juan muchas veces vuela sobre Matanzas, es un alma en pena enamorada, hay de quien le mire a los ojos, en ellos lleva el brillo del terrible encantamiento que la aprisionó por siempre… Es una gaviota misteriosa que no puede morir…"]



Detalle del Rio San Juan y la Calle Narváez vista desde el puente de Tirry, en una postal de
Principios del siglo 20. 

viernes, 11 de marzo de 2016

Teatro Sauto, arqueologia


El teatro Sauto abrió oficialmente sus puertas el 6 de abril de 1863. Su diseño se debe al ingenio del arquitecto, ingeniero y pintor escenográfico Daniel Dall’Aglio, quien concibió una magnífica obra de estilo neoclásico. El teatro resalta por la exquisitez de sus formas, su asombrosa simetría, el buen gusto de los elementos decorativos y la excelente acústica alrededor de la cual se han generado interesantes mitos. Al decir del historiador español Jacobo de la Pezuela el teatro era digno de cualquier capital europea. Desde su fundación hasta su cierre temporal en el año 2009, por motivos de reparación, el escenario del teatro ha sido testigo del desempeño de relevantes figuras de renombre internacional, haciendo de este espacio un punto de visita casi obligada para aquellos artistas, criollos y foráneos, que serían catados por el tradicionalmente culto público matancero.

Fotografía actual del teatro Sauto

Pero “el Sauto”, como es conocido popularmente, es mucho más que historia teatral y musical, mucho más que arte y danza. Nuestro teatro es el umbral que nos lleva hasta incontables pasajes de la historia local, guardando valiosos testigos de épocas que se remontan, incluso, a tiempos anteriores a la llegada de los primeros hispanos a esas tierras. Precisamente, una de esas maravillosas ventanas yace sepultada bajo sus centenarios cimientos.

En el año 2007, la Dirección y la Oficina del Historiador del coliseo matancero crearon la Oficina del Conservador. Lógicamente el objetivo fundamental estaba dirigido a proteger, preservar y restaurar los incontables bienes patrimoniales muebles e inmuebles que están relacionados con el teatro. Dentro del marco de la recién creada oficina, se decide proceder a realizar excavaciones arqueológicas en algunos puntos del interior del edificio (ver Viera y Perez, 2014).

El primero de estos trabajos se concentró en el fumadero sur, área constituida por una especie de portal enrejado abierto en la fachada que mira hacia el cuartel de bomberos. Esta excavación alcanzó una profundidad máxima de 4.14 metros, cuando se llega a la roca estructural de la región. En las primeras capas de tierra se descubrieron numerosos elementos del siglo XX, todos llegados al lugar producto de intervenciones reconstructivas ejecutadas a finales de la década del 60 del siglo XX.


Imagen de la excavación realizada en el fumadero sur

A partir de los 70 centímetros de profundidad desaparecen todas las evidencias del siglo XX y comienzan a aflorar objetos pertenecientes al período colonial. Lo interesante es que estas piezas no se encontraban depositadas en orden cronológico, sino que aparecían totalmente mezcladas, siendo posible encontrar a un mismo nivel elementos del siglo XIX junto a otros del siglo XVII. En este sentido es válido aclarar que este fenómeno se debe a que los estratos que se estaban recuperando constituían el sedimento que fue removido de la zona para excavar la zapata del teatro, reutilizándose toda esa tierra para rellenar el desnivel que presenta la zona producto de la inclinación natural del terreno.

En estos estratos fueron encontradas numerosas piezas de gran importancia, algunas de las cuales pudieran estar relacionadas con la construcción del teatro. Pero tal vez entre los objetos más interesantes se encuentren aquellos que pueden identificarse como aborígenes. La relevancia de estos elementos radica precisamente en que pudieran constituir las primeras evidencias arqueológicas relacionadas con el legendario pueblo aborigen de Yucayo, tradicionalmente ubicado en esa área. Hay que recordar que el cacique de este pueblo, Guayucayex, fue quien protagonizó el primer acto de rebeldía aborigen en Cuba, hacia el año 1510.


Fragmento de mayólica Santa María Polícromo                   Fragmento de mayólica Delftware azul sobre blanco

Otro de los descubrimientos de gran importancia de esta excavación fue el empedrado original de la Plaza de la Vigía. A mediados del siglo XIX la Plaza se pavimentó utilizando guijarros o “chinas pelonas”. No se había reportado con anterioridad ninguna evidencia de este primitivo pavimento, pero en la excavación realizada, a poco más de dos metros de profundidad, apareció una magnífica sección de ese empedrado. Al parecer, Dall’Aglio no levantó todo ese suelo cuando construyó el teatro, sino que lo hizo solo donde se hacía necesario cavar en el terreno, utilizando el antiguo empedrado y su apisonado como parte de las capas sobre las cuales levantó el edificio.

Pavimento de la Plaza de la Vigía descubierto en la excavación del fumadero sur

La excavación, más pequeña, se desarrolló en el interior del sótano de la platea. Aquí aparecieron igualmente numerosas piezas arqueológicas, pero esta vez halladas en perfecto orden cronológico. Fue posible detectar elementos pertenecientes a los siglos XVIII y XIX pero a poco más de un metro de profundidad se hizo imposible continuar avanzando producto de que la excavación comenzó a anegarse debido a las características cenagosas del terreno donde se realizaba el trabajo.

Por otra parte, durante las labores de restauración fue descubierta, fortuitamente, una de las letrinas del teatro. Es importante recordar que las letrinas constituían un espacio de amplio uso, no solo limitado a albergar los deshechos orgánicos, sino también toda la basura de los edificios. Por tanto, la excavación arqueológica de estos sitios constituye un trabajo fundamental para reconstruir en mejor medida la vida de las antiguas construcciones. A este lugar iban a parar los objetos más insólitos que hoy representan valiosa información arqueológica.


Interior de la letrina descubierta en el ala norte del teatro

Al hallarse este espacio, y guiados por la simetría del edificio, se decidió levantar el suelo del área similar que se encuentra en la otra ala del teatro con la esperanza de hallar una estructura de características semejantes. A escasa profundidad fue posible detectar la aparición de la otra letrina. Ambos espacios se construyeron tallando la roca estructural y levantando sobre ella una bella bóveda de ladrillos que es atravesada transversalmente por dos bellos arcos también de ladrillos. Hasta el presente, estos espacios se mantienen repletos de sedimento y serán excavados arqueológicamente en futuras campañas.

Un importante número de los valores con que cuenta el teatro, incluidos los elementos arqueológicos recuperados, formarán parte de salas expositivas dentro de los muros de este admirable edificio. En este sentido se estarán adicionando nuevos espacios que vienen a enriquecer sobremanera la significación del coliseo matancero, más allá de la función primigenia que dio paso a su erección. Se estará entonces validando, una vez más, el papel que desempeña nuestro teatro en la preservación y puesta en valor de la herencia cultural cubana.





Fuentes consultadas


Viera, Ricardo y Perez Leonel (2014). Intervenciones arqueológicas en el teatro Sauto. Gabinete de Arqueología, No. 10, año 10. Pp. 17-24.


jueves, 3 de marzo de 2016

Bonifacio Byrne: 155 Aniversario de su Natalicio


Bonifacio Byrne y Puñales nació en la ciudad de Matanzas el 3 de marzo de 1861. Byrne realizó sus estudios en su ciudad natal y destacó desde joven por su interés y vocación literaria. En 1896 emigró a los Estados Unidos debido al contenido patriótico que entrañaban sus versos y en el exterior continuó realizando labores relacionadas con la causa de la libertad de Cuba. Fundó el Club Revolucionario en la ciudad de Tampa y dejó evidencia de su colaboración en el órgano oficial del Partido Revolucionario Cubano, el periódico Patria. Byrne regresa a Cuba en 1899 tras concluir el dominio español en la isla. Se desempeñó como secretario del Gobierno Provincial de Matanzas y de la Superintendencia Provincial de Escuelas en la naciente República. Fundó el periódico Yucayo en 1909 y participó activamente en otras renombradas publicaciones periódicas de la época. En 1915 se le concedió la distinción de Hijo Eminente de Matanzas y cinco años después fue nombrado de manera oficial como Poeta Nacional, siendo el primer intelectual en ostentar tan elevado reconocimiento. Bonifacio Byrne murió en Matanzas el 5 de julio de 1936 a los 75 años de edad.



Bonifacio Byrne y Puñales

Su poema “Mi Bandera” es tal vez la más conocida de sus composiciones. Fue fruto de la inspiración del poeta cuando distinguió ondeando la bandera norteamericana junto a la cubana en el castillo de El Morro de La Habana, justo cuando regresaba del exilio.


Mi Bandera

Al volver de distante ribera,
con el alma enlutada y sombría,
afanoso busqué mi bandera

¡y otra he visto además de la mía!

¿Dónde está mi bandera cubana,
la bandera más bella que existe?
¡Desde el buque la vi esta mañana,

y no he visto una cosa más triste...!

Con la fe de las almas austeras,
hoy sostengo con honda energía,
que no deben flotar dos banderas

donde basta con una: ¡la mía!

En los campos que hoy son un osario
vio a los bravos batiéndose juntos,
y ella ha sido el honroso sudario

de los pobres guerreros difuntos.

Orgullosa lució en la pelea,
sin pueril y romántico alarde;
¡al cubano que en ella no crea

se le debe azotar por cobarde!

En el fondo de obscuras prisiones
no escuchó ni la queja más leve,
y sus huellas en otras regiones
son letreros de luz en la nieve...

¿No la veís? Mi bandera es aquella
que no ha sido jamás mercenaria,
y en la cual resplandece una estrella,

con más luz cuanto más solitaria.

Del destierro en el alma la traje
entre tantos recuerdos dispersos,
y he sabido rendirle homenaje

al hacerla flotar en mis versos.

Aunque lánguida y triste tremola,
mi ambición es que el Sol, con su lumbre,
la ilumine a ella sola, ¡a ella sola!

en el llano, en el mar y en la cumbre.

Si deshecha en menudos pedazos
llega a ser mi bandera algún día...
¡nuestros muertos alzando los brazos

la sabrán defender todavía!


Modesta sepultura donde descansan los restos
de nuestro primer Poeta Nacional, en el cementerio de
San Carlos de Matanzas.

 

Fuentes consultadas

Martínez Carmenate, Urbano y Jiménez de la Cal, Arnaldo (2013). Provincia Matanzas: Hechos y Fechas. Ediciones Matanzas. 

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