jueves, 13 de octubre de 2022

El centro histórico de Matanzas, un bien de todos - por Ramón Cotarelo Crego




A la memoria de Pedro Esquerré

La ciudad no dice su pasado, lo contiene como las líneas de una mano, escrito en los ángulos de las calles, en las rejas de las ventanas, en los pasamanos de las escaleras, en las antenas de los pararrayos, en las astas de las banderas, surcado a su vez de cada segmento por raspaduras, muescas, incisiones, cañonazos.”

Las ciudades invisibles de Italo Calvino 




    Los centros históricos son “todos aquellos asentamientos humanos vivos, fuertemente condicionados por una estructura física proveniente del pasado, reconocibles como representativos de la evolución de un pueblo” (1) son esencialmente la memoria de quienes nacieron en él, lo habitan y también de aquellos que por una razón u otra se han alejado físicamente de forma temporal o definitiva, es dónde, se “han concentrado, superpuesto e integrado los acontecimientos históricos para completar la obra del hombre en toda su dimensión, representa, además, la memoria que lo lleva a ser propiedad de la cultura de la colectividad porque puntualiza y explica su historia”. (2) 

Como los seres humanos, los centros históricos tienen algo de irrepetible, una fisonomía y una atmósfera propias que le otorgan un especial encanto y significación pero que en su fragilidad no los hacen invulnerables a la acción del hombre, motivo por el cual cada intervención debe ejecutarse con sumo cuidado y responsabilidad, evitando errores que una vez cometidos no tendrán marcha atrás y una vez perdido el tesoro no lo recuperaremos como nos advierte José Martí en sus conocidos versos. (3)

Delimitar, estudiar, intervenir y gestionar un centro histórico es una tarea compleja, donde si bien la elaboración, ejecución y control del programa deben estar en manos de profesionales especializados no hay en absoluto que menospreciar el aporte de sus habitantes ya que “la participación de la población -de la que vive o usa el centro histórico- es esencial para asegurar el carácter vital del área, para afianzar las posibilidades de nuestra acción a través del tiempo -mantenimiento, renovación de usos, etc.- y en definitiva para justificar el esfuerzo de encarar políticas culturales con una finalidad social. Un proyecto de la ciudad en una zona significativa de la misma solo podrá tener éxitos cuando cuenta con consenso ciudadano, decisión política del ente de aplicación, recursos económicos y una adecuada estrategia de planificación técnica y participación de los usuarios”. (4) 

El centro histórico se debe mirar sin indiferencia (5), no es responsabilidad exclusiva de la Oficina del Conservador o del Departamento de Patrimonio Cultural o la Comisión de Monumentos, es un bien de todos y al Patrimonio lo salvará la voluntad colectiva. (6) Este criterio defendido desde hace décadas (7) revela la fundamental participación de quienes viven, sufren y disfrutan todo lo que sucede en un centro histórico. El hombre es el centro del problema y si es excluido nunca podrá llevarse a cabo exitosamente un programa de recuperación pues como bien colectivo, el centro histórico es, asimismo, propiedad cultural y material de la sociedad, sedimentado a lo largo de generaciones. Su acción implica a la comunidad y no solamente a organismos e instituciones especializadas. Como organismo “vivo” ha de entenderse el centro histórico, donde la fusión de lo nuevo y lo viejo debe producirse en una relación dinámica no antagónica, de mutua valoración. Las nuevas inserciones son una necesidad insoslayable que tendrá que reconocer el espíritu de la ciudad. Las intervenciones transcenderán el rescate de los valores históricos y culturales para dirigirse hacia la rehabilitación socioeconómica y dar respuesta al hombre, por ende, es fundamental el mejoramiento de la calidad de la vida, con un programa de acción coherentemente estructurado, imprescindible para organizar fuerzas y potencialidades y superar la restauración puntual y pasar así a la conservación en toda su extensión. 

Los testimonios constructivos de un centro histórico no están destinados a la contemplación, sino a la utilización adecuada que garantice la permanencia del monumento y su explotación. No se rescata por nostalgia de pasado, se hace como esperanza de futuro con amplitud de visión, conocimiento de las exigencias constructivas y de los medios a disposición, revitalizando además las técnicas tradicionales e incorporando recursos actuales que el desarrollo científico-técnico suministra sin olvidar el respeto sincero para con la historia, el arte, los paisajes y la memoria de la ciudad. 

El rescate del centro histórico se debe sustentar en la esencia y no en la mera apariencia. La explotación turística estará subordinada a la defensa de la identidad como pueblo y a su reafirmación cultural, rescatándolo para la vida y no como falsificación para la mirada foránea. 

La divulgación del patrimonio heredado es fundamental para la conservación de los valores histórico-culturales de un conjunto urbano, siendo el objetivo supremo hacer de cada ciudadano un conservador. Recordemos que ya en el siglo V a.n.e. el gran filósofo y matemático griego Pitágoras promulgaba “educad a los niños y no será necesario castigar a los hombres”. La práctica de proteger el patrimonio cultural se adquiere a partir del ejemplo, en la familia y en la escuela. Se aprende desde la edad temprana a reconocer, valorar y respetar la memoria, la cultura y a conservar los objetos patrimoniales. La preparación para la vida de cada individuo comienza temprano, en el ámbito familiar primero, seguido del escolar, los programas escolares revisten gran significación pues por medio de ellos se puede articular una “pedagogía del patrimonio”, con métodos de enseñanza activos, enfoques intercurriculares de las disciplinas, relaciones entre campos de la educación y la cultura y el empleo de una amplia variedad de modos de comunicación y expresión. El patrimonio cultural es de hecho un elemento fundamental dentro de una nueva didáctica que articula la colaboración entre la escuela y las instituciones culturales” (8)

Le memoria será el puente de conexión con el futuro, ayudándonos a comprender el presente y enlazando los diversos anillos de la vida de la sociedad, escrita en su patrimonio material e inmaterial, en la piedra y en el árbol, en sueños e ilusiones, en la música, la palabra y el silencio, respetando los edificios en su unicidad, autenticidad y originalidad.

En Matanzas se articula en singular simbiosis, el paisaje, lo construido por la mano del hombre y la savia humana. Se vivifica con los innumerables aspectos conformadores de una identidad dialéctica y dinámica que puntualiza y diferencia otorgando una pertenencia que permite hundir las raíces en el pasado y extender las ramas hacia el cielo del porvenir. El centro histórico, en tanto ser viviente, se convierte en un ecosistema rico de interacciones, capaz de articular los sentidos. Como subraya Fruto Vivas (9) “la ciudad se huele, escucha, toca, sabrosea, se ve, pero también se siente, se ama, odia, se recuerda y se sueña”. Es imposible cancelar de su memoria aquellos personajes que dejaron huellas imborrables, con luces y sombras, en el estudio, defensa, rescate y divulgación de sus testimonios materiales e intangibles.

Preocupa hoy el descuido con que a veces se tratan tesoros excepcionales. Estamos aún a tiempo y con posibilidades de salvar lo que una vez perdido no habrá de recuperarse jamás. Son la memoria y la población que la conserva, las claves para enfrentar la difícil tarea de salvar un conjunto histórico en peligro. Los recursos materiales cuentan, pero no son los únicos, el hombre es decisivo, cimentado en una sólida memoria, en el recuerdo, que ya sabemos no es más que “volver a pasar por el corazón”. De este olvido debe salvarse -entre tantos- a Pedro Esquerré, artista de la plástica a quien Matanzas no puede menos que reconocer y agradecer. En medio de cierta “fiebre destructora” que aquejó la ciudad por los años setenta del siglo XX, este creador se interpuso entre las maquinarias encargadas de echarlo todo al suelo y el Palacio Junco, intentando impedir una irreparable pérdida. Actos extremos como éste solo son posibles cuando se tiene una identificación absoluta con la ciudad pues no muchos saben en primera persona cuántas angustias y sufrimientos hay detrás de cada piedra recuperada, de cada batalla ganada en esta difícil “cruzada”. Hoy, cuando afortunadamente pasó la moda de las demoliciones no es posible confiar la salvación del patrimonio a acciones individuales como los de Pedro Esquerré. El patrimonio tiene necesariamente que ser protegido por todos y cada uno de los ciudadanos que conviven día a día con alegrías, tristezas, logros y dificultades en el centro histórico. Es fundamental la memoria y la identidad, categorías insoslayables porque cuando se pierde la memoria un pueblo muere. Un hombre verdaderamente culto no debe exclusivamente acatar mandatos, debe y tiene que pensar, crear, desear y aspirar y así podrá transmitir de generación en generación la cultura, las tradiciones y la historia para perpetuarlas en el tiempo pues como sentenció el sabio Fernando Ortíz “la verdadera cultura y el positivo progreso están en las afirmaciones de las realidades y no en los reniegos. Todo pueblo que se niega a sí mismo está en trance de suicidio. Lo dice un proverbio afrocubano; chivo que rompe tambor con su pellejo paga”. (10) 


Viareggio, Italia en 17 de enero de 2017



Citas y notas


1.- Documento final del “Coloquio de Quito”. Proyecto Regional de Patrimonio Cultural PNUD-UNESCO. Quito. 1977. 

2.- Ramón Cotarelo Crego. “Matanzas en su Arquitectura” Editorial Letras Cubanas. La Habana. Cuba. 1993 p. 120.

3.- Una mora de Trípoli tenía / Un perla rosada, una gran perla: /Y la echó con desdén al mar un día: / “¡Siempre la misma! ¡ya me cansa verla!” / Pocos años después, junto a la roca /De Trípoli… ¡la gente llora al verla! / Así le dice al mar la mora loca: / “¡Oh mar! ¡oh mar! ¡devuélveme mi perla!” José Martí, “La perla de la mora” en: La Edad de Oro. 

4.- Ramón Gutiérrez. “Administración y ejecución de proyectos de patrimonio cultural: centros históricos de América Latina”. En: Revista AB Arquitectura. Bolivia. Diciembre 1988 No.6 p.31-32.

5.- “Mirar a la ciudad sin indiferencia” Entrevista de la periodista Charo Guerra a Ramón Cotarelo Crego, publicada en el periódico Girón, Matanzas el día 26 de noviembre de 1991.

6.- “Al patrimonio lo salvará la voluntad colectiva” Entrevista de la periodista Violeta Villar Liste, realizada a Ramón Cotarelo Crego en Barquisimeto, Venezuela y publicada en el periódico “El Impulso” de Barquisimeto el día 7 de septiembre de 1992.

7.- Ramón Cotarelo Crego “Logros y dificultades en la aplicación de un programa de conservación en el centro histórico de Matanzas, Cuba”, intervención realizada por el autor en el V Congreso Latinoamericano de Cultura Arquitectónica y Urbanística. Montevideo, Uruguay. Noviembre de 1996. 

8.- Ramón Cotarelo Crego “Reflexiones alrededor de la formación y el patrimonio cultural “Intervención en el Congreso Internacional de Rehabilitación del Patrimonio Arquitectónico y Edificación. Sevilla, Julio 2008. Publicado en Libro de Actas. Tomo II, p. 391.

9.- Frutos Vivas, arquitecto venezolano. 1934-2022.

10- Fernando Ortíz en la introducción de “Cuentos negros de Cuba”, de Lydia Cabrera. Editorial Verbum, Madrid. 2014, pp. 9-10.