viernes, 10 de febrero de 2017

La leyenda del Canímar

En el año 1960 el semanario Vanguardia edita un pequeño volumen que recogía las Siete leyendas matanceras. Con anterioridad estas habían sido publicadas por primera vez en 1936, en dos cuadernos confeccionados en mimeógrafo. Posteriormente fueron publicadas periódicamente en el propio semanario Vanguardia e incluso ocuparon un espacio en la emisora Radio 26 donde el periodista José Mier se dedicaba a leerlas al público oyente. Estas leyendas fueron llevadas al papel por el doctor Américo Alvarado, a petición de los brillantes matanceros Bonifacio Byrne (nuestro primer poeta nacional) y Carlos Manuel Trelles. 


Dr. Américo Alvarado 


Hace algún tiempo publicamos en nuestro blog la leyenda conocida como “La gaviota del San Juan”. Para dar consecución a estas interesantes historias les presentamos a continuación la “Leyenda del Canímar”. 
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"En el lejano mundo de la Europa católica, era el año 1460. Y en la isla de Cuba, sin calendario alguno, era el mismo año. Hacia el oeste de la Isla vivía el gran cacique Baguanao en el rico poblado de Yucayo, las orillas de la bahía de su mismo nombre (hoy Matanzas), donde morían los tres ríos grandes y el pequeño: el río Babonao (hoy Yumurí), el Guainey (hoy San Juan), el Jibacabuya (hoy Canímar) y el pequeño río Güeybaque (hoy Buey-Vaca).

El cacique Baguanao estaba triste, su hijo Caburní hacía poco que había muerto. Ahora solamente le quedaban el travieso Yumurí de diez años y la bella Cibayara de quince. Y lo peor era que su mujer: Acanaguaya, no sabía olvidar a su hijo Caburní, el mejor guerrero y pescador de Yucayo. Pero el mar estaba celoso de los diecisiete años de Caburní engrandecidos por su habilidad de guerrero y pescador, y lo hizo caer en sus manos de agua y lo escondió para siempre…

Acanaguaya molía maíz ayudada por su hija Cibayara. Hablaban de la visita de Camují, el famoso guerrero del valle de Babonao (hoy Yumurí) y consejero del cacique Guananey. 


Valle de Yumurí 

Camují había sido curado de las fiebres que matan, por le behique (sacerdote) Macaorí, esto lo oyeron de boca de Baguanao cuando se fue Camují. Y supieron más: que Camují tuvo que entregar al Dios Murciélago, por mandato del behique Macaorí, todas sus hachas finas, sus puñales, la lanza preferida, vasijas decoradas, y hasta el dujo que le había regalado, contra toda costumbre, el cacique Guananey, y que tenía en su bohío para asombro de todos, pues los dujos solo lo usaban los caciques. 

Y para entregar todas esas riquezas al Dios Murciélago, fue Camují hasta el centro del río Jibacabuya (hoy Canímar) y echó todo al río, porque el Jibacabuya es la boca donde recibe ofrendas el Dios Murciélago, según explica siempre el behique Macaorí.


Desembocadura del río Canímar 

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Desde las alturas de Guarabaibo (hoy la Cumbre) miraba Canimao hacia su pueblo. Allí estaba Yucayo junto a la desembocadura del Guainey (donde hoy está la plaza de la Vigía, con el teatro Sauto, La Audiencia, etc.) y sus ojos buscaron un bohío, el de su amada Cibayara… Después sus ojos miraron más lejos, hacia la altura de Dabonico (hoy Monserrate) y volvieron hacia Yucayo, donde sabía que Cibayara estaría esperando por él. Y Canimao se sintió feliz, había cazado tres grandes jutías, dos las llevaría como regalo al cacique Baguanao, y otra su madre viuda, su querida madrecita Manaobara.

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Manaobara le entregó a su hijo Canimao, una taza de caracol con el sabroso telenque (hoy romero cimarrón, con el que se hace un cocimiento que se bebe como té o café). 

Canimao saboreó lentamente el telenque bajo la amorosa mirada de su madre. El pensaba que cuando se casara con Cibayara, lo que sería dentro de poco, ella sería entonces quien le daría el delicioso telenque. 

Nadie sabía cómo había empezado aquello. En la hamaca estaba desde hacía tres días Cibayara… Quemaba la carne de Cibayara, todo su cuerpo estaba mordido por la fiebre que mata. 

Nadie sabía cómo curarla. Baguanao tenía una máscara de piedra delante de su desesperación. Y Acanaguaya guardaba en su silencio el temor de que los dioses quisieran llevarse a su hija donde estaba su perdido Caburní. 

Cuando llegó Canimao, el cacique Baguanao le encargó fuera hasta la orilla del río Jibacabuya (hoy Canímar) donde vivía Macaorí y lo trajera. Y Baguanao le ordenó que tomara la canoa de veinte hombres, era necesario que el behique llegara pronto.

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Para asombro de Canimao, el behique Macaorí lo estaba esperando. Allí, en lo alto de la loma que vigila al río Jibacabuya (hoy la loma a la derecha junto al gran puente de la Vía Blanca) estaba el bohío de Macaorí, y él en su puerta.

Los acompañantes de Canimao se habían quedado junto a la canoa.

Canimao estaba solo con el behique (sacerdote). Y entonces supo que su amada Cibayara se salvaría y que sería su esposa… Pero tendría que pagar por todo esto al Dios Murciélago… Y Canimao juró ante la imagen de barro del Dios Murciélago, que daría lo que le pidiera por la vida y la salud de Cibayara.

Y Cibayara volvió reír, volvió a ser como una flor para los ojos de Canimao…

El behique Macaorí había curado, por orden del Dios Murciélago, como él declaró al gran cacique Baguanao, a Cibayara porque de ella tenía que nacer un hombre que haría dormir hecha piedra a una mujer que mataba por amor…Esa mujer del mal amor, ya estaba en el vientre de una esposa… Y Macaorí no dijo más y se marchó. 

Y el corazón maternal de Acanaguaya, era un beso a los pies del Dios Murciélago. 

Representacion de un murcielago, tayado en piedra. Foto de Julio Larramendi. 


Era feliz Canimao, y era feliz su mujer Cibayara… El bohío, que parecía empinarse entre los ramajes para echarse en sombra amiga al agua del río Guainey, era una campana con voces de silencio para pregonar el amor de Canimao y Cibayara…

Cibayara tenía una semilla de hombre, desde hacía tres meses, en la carne… El amor de Canimao la sembró…

Y Canimao le decía: será un hijo, ya lo anunció el behique… Un hijo que será honra para ti y para mí… Y los dos soñaban envueltos de amor…

Y Canimao solo en su canoa volvió donde el behique Macaorí, tenía que pagar al Dios Murciélago por la vida de Cibayara…

Él sabía, desde antes de su boda, el alto precio… Por saberlo, huyó de su casa tan pronto llegó la noche, aprovechando el sueño de Cibayara para no decirle adiós…

La luna subía, subía… Ya estaba tan alta que teñía con plata de escamas vivas todo el río Jibacabuya…

Una canoa pequeña llegó al centro del río. De pie en ella estaba solo Canimao… Lentamente se levantó una mano armada de un puñal… Canimao, con el pecho abierto a la muerte, cayó al río…

Cibayara, ya tiene un niño…

Cibayara, lleva todas las lunas grandes, ofrendas al río Jibacabuya, que ahora ella, y todos, llaman el río de Canimao…

Y el río Canimao, por falsa interpretación de los colonizadores, se convirtió en el río Canímar que todos conocemos; al igual que el pequeño río Güeybaque se transformó en el actual Buey-Vaca..." 





NOTA: El único dato nuevo que se agrega a esta “Leyenda del Canímar”, es el paréntesis donde se explica, en relación a la actualidad, el lugar en que estaba situado el bohío del behique Macaorí.


Fuentes
- Alvarado, Américo (1960). 7 leyendas matanceras. Semanario Vanguardia. Matanzas.