jueves, 28 de enero de 2021

El clima en la historia de San Carlos de Matanzas

La fundación de San Carlos de Matanzas, con actos efectuados entre el 10 y el 30 octubre de 1693, tomó lugar durante uno de los períodos más fríos y secos de la Pequeña Época de Hielo (PEH). La anomalía mínima de temperatura de la PEH ocurrió entre 1576 y 1577, con un grado, y alcanzando hasta el grado y medio °C por debajo del promedio actual. Hubo un período predominantemente frío y seco entre 1680 y 1720, más sentido entre 1690 y 1710, con temperaturas que alcanzaron un promedio de 14 a 12 °C en el hemisferio Norte. Este período frío estuvo marcado por la baja actividad solar e intensidad de efectos ENSO, pero no por esto no faltaron tormentas y huracanes que azotaron la región e influyeron en el establecimiento de las familias canarias llevadas allí para fundar la ciudadela y el personal para construir el Castillo de San Severino. 

En nuestro estudio, publicado recientemente en la revista ISLAS, se muestra un registro detallado de los fenómenos climáticos que afectaron la bahía y ciudad de Matanzas entre 1690 y 1876, extraído detalladamente de documentación primaria e inédita. Entre los fenómenos se encuentran fuertes tormentas tropicales, eventos locales, frentes fríos, huracanes, temblores de tierra, períodos marcados de El Niño y La Niña, más estadios anómalos de sequías, intensa pluviosidad e inundaciones. Basándonos en estos datos, planteamos que los efectos de los fenómenos climáticos que afectaron a la ciudad de Matanzas no solo causaron devastación directa en la población, sino también en la arquitectura y la socioeconómia local a través de crisis económicas, pérdida material, éxodos y epidemias. Este estudio histórico-climático permite además realizar una reconstrucción generalizada de las condiciones meteorológicas que incitaron momentos claves en el desarrollo poblacional y urbanístico de la ciudad de Matanzas raramente recogidos en la documentación histórica.


Breve explicación


ENSO: son las siglas de la abreviatura utilizadas en inglés para la Oscilación del Sur, de los cuales los fenómenos de El Niño y La Niña son parte. Los ENSO son fluctuaciones naturales de las temperaturas superficiales oceánicas, de mar y el aire, en relación con los vientos alisios sobre el Océano Pacífico tropical. Sus variaciones temporales y cíclicas alternan patrones de circulación atmosférica que influyen en el clima del planeta. PEH: la Pequeña Época o Edad de Hielo fue un período frio, anómalo e interglaciar, que abarcó desde el siglo XVI hasta el XIX, y fue sentido mayormente en el hemisferio norte occidental. Mínimas solares, por ejemplo, Dalton y Maunder (1645-1820), son variaciones cíclicas de la actividad solar, medida a través de la observación y conteo del número de maclas, manchas y ejecta solar que tienen cierta influencia sobre la intensidad de la irradiación del planeta y el clima. 




El enigmático huracán de octubre de 1730

Con las tormentas no venía solamente la amenaza a la vida humana, sino también de las siembras, animales y de bienes materiales como las viviendas e inmuebles públicos de elevado valor social. La historia local cuenta de la destrucción de la primera iglesia de Matanzas en un fuerte huracán que afectó a la ciudad entre el 18 y 19 de octubre de 1730. Este huracán no es solo el fenómeno meteorológico más reconocido de la historiografía local, sino que fue uno de los más significativos socialmente del siglo XVIII matancero. Al destruir el edificio público más importante de la joven ciudadela, dicho evento dio paso a una reestructuración urbanística y arquitectónica. Sin embargo, y a pesar de su importancia local, este evento no aparece registrado en la documentación primaria disponible de la época. Sorprendentemente, las actas capitulares del ayuntamiento matancero no recogen afectación climática alguna en todo el mes de octubre de 1730. Tampoco quedaron registrados otros eventos anteriores, como la tormenta de 1712 o 1720. 

Al día siguiente del supuesto azote meteorológico, el viernes 20 de octubre, se reunió el cabildo como de costumbre, registrándose en el acta que “…no habiendo que conferir, tratar y determinar, se cerró este cabildo.”. Lo mismo se había registrado el viernes 13 de octubre. Para la siguiente reunión, que tomó lugar el viernes 27 de octubre, solo se discutió sobre abrir sendas o caminos, cuya necesidad “…impiden el tráfico de animales…”, pero absolutamente nada de tormentas o estragos causado por ningún evento climático. Esto resulta aún más sorprendente cuando las actas del cabildo de La Habana, cual supuestamente fue también afectada, tampoco hacen mención del supuesto meteoro o alguna afectación climática para esa fecha. Para sumar a este hito histórico, los archivos eclesiásticos de la ciudad de Matanzas, incluyendo los libros de entierros, bautizos y casamientos de esta época no muestran interrupción en las funciones rutinarias de la iglesia para esta fecha. Tampoco hubo un aparente incremento en defunciones, como pudiera esperarse. Una “crónica de la iglesia parroquial” de Matanzas, manuscrita e inédita de Jacinto María Martínez (1857) recoge de las “actas antiguas de la archicofradía” que la iglesia había sido “pasto de las llamas”, pero no se hace mención alguna a la destrucción causada por un huracán o temporal y no se provee una fecha a este evento. Ninguno de estos aparece entre “las calamidades que ha sufrido el pueblo”, acápite de la obra magna de Pedro A. Alfonso (1854, p. 221-222), pero sí bajo “primera iglesia”, donde se menciona al escribir “Esta Iglesia permaneció largo tiempo y se cayó al fin por resultas de un temporal, según las tradiciones y lo que hemos visto en el despacho del provisor y vicario general Dr. Pedro Ignacio de Torres y Ayala”. En este sentido es intrigante que Alfonso (1854: 66) atribuye la pérdida de la primera iglesia antes de 1720, y Casas (1930: 34) asume que fue “destruida en 1712 por un huracán”. 


Resulta muy intrigante que un evento tan significativo para la vida local no halla merecido un breve registro. Evidencia documental, aunque secundaria, aparecen registrada por primera vez por el obispo Morell de Santa Cruz, procedente de información adquirida durante su visita a la ciudad de Matanzas en marzo de 1755. A esta se suma el derecho de cadenas, el cual vino acompañado con escudo de armas, otorgado a Diego García de Amoedo por haber albergado el Santísimo Sacramento en su casa después de quedar inútil la primitiva iglesia, aunque esta parte de la historia también contiene sus incongruencias en las que aquí no podemos profundizar. 

Según Morell, este privilegio había sido concedido por la corona el 5 de diciembre de 1734 a razón de “…que con la ruina sucedida a la iglesia en octubre del año de 30 [1730], fue preciso extraer de ella a la Majestad Sacramentada y depositarla por tres días en la referida casa hasta entonces no habitada…[sic]. Luego sumando que “con el huracán acaecido a los 19 de octubre del año 30 se arruino…” [sic]. Jacobo de la Pezuela añadió, que a raíz del “huracán de 19 de octubre de 1730, que arruino a Matanzas…allí tuvieron que llevar las Hostias consagradas desde la iglesia parroquial destruida…” [sic] (Pezuela, 1868: 357). Si este evento aparece recogido en los catálogos de huracanes y tormentas desde mediados del siglo XIX, ya citados, fue por su mención en estas primeras obras históricas y no extraída de fuentes primarias (ej. en Herrera, 1847; Millás, 1968).

Deducimos que este no fue un evento local, dado que duró un par de días y cubrió más de una región (Millás, 1923). Según Pezuela, fue huracán y no simple tormenta; adicionando que “arruino a Matanzas y los plantíos de sus contornos” [sic], que afectaron a la población y todos sus alrededores, causando además “frecuentes sedaciones de negradas” (1868:357). Al parecer en su paso alcanzó a la ciudad de La Habana, donde supuestamente destruyó el Hospital de Paula. 

Aunque este huracán es mencionado por los primeros compiladores de huracanes cubanos, ellos no precisan fecha exacta o localidades afectadas (véase los catálogos de Poey, Herrera, Fernández de Castro; Millás, 1923). No obstante, según Millás (1968), este huracán azotó la zona entre el 2 y 3 de septiembre de 1730, por lo cual no puede ser el mismo huracán de mediados de octubre de ese año. Ello sugiere la posibilidad de que hayan ocurrido dos huracanes o una combinación de una tormenta y huracán. Lamentablemente, a causa de tan exiguo registro, la verosimilitud y categoría precisa de este fenómeno meteorológico resulta ahora lejos de precisión. Por no existir entonces instrumentos meteorológicos, es imposible otorgarle una escala categórica que permita diferenciar entre lo que se consideraba entonces una tormenta, un temporal, o un huracán. Las Actas Capitulares del Ayuntamiento de Matanzas tampoco recogen un evento climático para esta fecha. No obstante, en el cabildo del 1 de septiembre de 1730, se registró la necesidad de materiales para “concluir la fábrica de dicha iglesia”. ?Se estaba construyendo una iglesia antes de octubre?

Aparentemente la iglesia desapareció por esta época, como apoya la evidencia arqueológica de excavaciones realizadas en el sitio que antaño ocupó. La desaparición y reutilización de su espacio original incitó algunos cambios arquitectónicos y en la organización urbanística de la ciudad. Uno de ellos fue quizás el incremento en el número de casas de tejas, mampostería o cantería, que hasta ese momento eran muy poco en la ciudad; y cual no alcanzarían su máxima expresión hasta principios del siglo XIX. En 1730 la única casa de cantería y tejas en Matanzas era la de Diego de Amoedo. El resto eran casas de bajo puntal, de tablas con techos de guano de palmas y cañas de castilla revestidas con barro; quizás en el estilo de las casas rurales de la isla de Tenerife, también se incorporaron algunas rocas. La otra estructura de cantería era el Castillo de San Severino, para entonces aún en construcción en las afueras de la ciudad. Allí las dependencias de la guarnición y el comandante eran de arquitectura vernácula, similar a las casas de la ciudad. Al parecer, los estragos directos causados por el huracán o tormenta de octubre 1730 impulsaron a la población hacia construcciones más sólidas de cantería. 

El clima ejerce una vital influencia sobre toda condición humana y este se refleja en su historia. El efecto de anomalías climáticas y meteorológicas, en especial los huracanes, tormentas locales, inundaciones y sequías, marcaron pautas en la historia de la ciudad de Matanzas desde muy temprano en su fundación. De un minucioso registro documental distinguimos cuatro importantes etapas de afectación climática: la primera entre 1690 y 1750; segunda entre 1751 y 1783; tercera entre 1784-1826; y la cuarta entre 1831 y 1876. Siendo las más significativas los eventos ocurridos entre las segunda y tercera etapas. Las condiciones de la primera etapa, aunque más frías y secas que las procedentes, fueron favorables a los actos de fundación y el establecimiento de la comunidad canaria emigrada allí, en el otoño de 1693.

Nota final:

El asunto de la iglesia queda pendiente, y lo expandimos detalladamente con mucha más evidencia documental que venimos rastreando desde el 2018. Esta pronto saldrá publicada. Convidamos al lector interesado que consulte nuestro articulo para más información, o nuestro archivo de blogs, donde también exploramos el efecto del clima en los primeros pobladores isleños, aquí

Cita:

Orihuela León, J., & Pérez Orozco, L. (2021). Impacto de los fenómenos climáticos en la historia de Matanzas, Cuba (1690-1876) / Impact of climatic anomalies and phenomena in the history of Matanzas city, Cuba (1690-1876). ISLAS, 62(197), pp. 128–169. Recuperado a partir de http://islas.uclv.edu.cu/index.php/islas/article/view/1162

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