jueves, 6 de agosto de 2020

Eulogia a Leal: Gratia aeternum

El viernes 31 de julio de 2020, en las horas de la mañana, falleció Eusebio Leal Spengler. Primero que nada, extiendo mi más sentido pésame a la familia del Dr. Leal, y amigos que le sobreviven. Quisiera aquí rendirle un breve homenaje, en honor al legado latente e incalculable que nos deja y el amor tan intenso que profesaba por la ciudad de Matanzas. 

Leal fue hombre de pensamiento agudo, con un don para la palabra escrita y la oratoria. Fue hombre de vasta cultura y conocimiento de la historia del mundo, y en especial, de Cuba. Pero más que un intelectual, hombre de ideas y de amplia erudición, lo fue también de acción. Evidencia de su ímpetu, sacrificio, y magno esfuerzo queda reflejado hoy en varias ciudades de Cuba, y en especial en su Habana. De su extraordinaria lucidez surgió una profunda convicción que lo impulsó toda su vida a luchar por un ideal, y de realizar la inmensa labor que cumplió. Hoy muchos compartimos una convicción similar; un ideal similar.

Hay muchos más cercanos que le conocieron bien y están en mucha mejor posición de brindar al mundo lo que fue compartir con Leal, trabajar, y luchar junto a él. Aquí no puedo más que compartir el mío, mi experiencia, la cual evocando a Martí manifiesta que “lo que aquí doy a ver lo he visto antes (yo le he visto, yo) y he visto mucho más, que huyó sin darme tiempo a que copiara sus rasgos…”

La primera vez que lo vi fue en el 92’ y yo no era más que un niño. Se realizaba una actividad en el segundo piso de la biblioteca Gener y Del Monte, en la ciudad de Matanzas, donde acudieron además otras personalidades de la historia y la arqueología. En aquel entonces personajes como Antonio Nuñez Jiménez, Manuel Rivero de la Calle, y el mismo Leal, eran para mi mente infantil, inalcanzables como estrellas de cine; eran personas que aparecían en la televisión o en los libros, causando instantánea admiración. Compartir aquel espacio me impresionaría para siempre.

Muchos años después, el Tiempo me regalaría una y última oportunidad de conocerlo. Ello tomo lugar en el 2019, en La Habana, gracias a una introducción que nos haría el Conservador de Matanzas, Leonel Pérez Orozco. Nos dimos la mano y platicamos brevemente. Me miró fijamente a los ojos, con candidez, pero penetrantemente. En su miranda, que estimé cansada, titilaban unos ojos brillantes; espejos de una mente curiosa y ocupada. Su saludo, muy firme. 

Con energía entró al salón. Con su voz profunda y seria, como un cura, sosteniéndose el dedo meñique izquierdo - como solía hacer cuando organizaba su impecable e implacable oratoria - convidaba atención; con tremenda emoción nos ofrecía a que con él visitáramos el Castillo de Atarés. Una impresión como esa, es difícil olvidar de las personas que admiramos.

El espíritu de personas como Leal no es común. En ellas se recogen exquisitas y raras cualidades, que, al juntarse, permiten las pruebas de valor y decisión que a ellos vemos ver realizar. No solo la erudición, la perseverancia y ocio del estudio, sino también la valentía de luchar por aquello en que se cree apasionadamente; la humildad de llevar un mensaje a todos por igual con la facilidad de la explicación y la palabra – de convidar mensajes de unificación, inspiración y de identidad mezclados con profundos sentimientos de patriotismo. Hombres como Leal no tienen reemplazo y son muy difícil de falsificar.

Si algo ha quedado claro en estos días en que se le ha rendido tributo a su vida, a su legado y a su obra, es el amplio e incalculable alcance de su influencia; la trascendencia de su inspiración. No solo en los campos de la historia y el patrimonio, sino en los de la educación, la cultura y el arte. Leal fue un hombre del mundo, y muy especialmente de Cuba. Su ejemplo, guiado por un fuerte sentido de un ideal, nos permite continuar preparando un futuro desde el pasado. Como diría Pablo A. Fernández “la palabra en él alumbra las huellas que, al pasar, imprimen hombres y mujeres, entregados a hacer de Cuba el Ser que nos defina”

Leal ha desaparecido irreparablemente, pero sus ideas, su pensamiento, como legado permanecen. Como diría el Padre Varela en una ocasión “…yo sé desaparecer, pero mis ideas prevalecerán...” Y querido Leal, su ejemplo y su obra prevalecen. Eternamente gracias por formar e inspirar, con tus actos y tu palabra, a más de una generación de cubanos.


Inmensamente agradecemos la invitación para participar en las Memorias de la Ciudad, donde fueron publicadas estas palabras, y a su coordinador Arnaldo Batista por tan grata invitación. Muchas gracias. 


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