A pesar de su trascendencia para nuestra historia, de don Manzaneda se conocía poco. ¿Cuándo había nacido, cuándo arribó a Cuba o cuándo murió? eran preguntas enigmáticas de respuestas elusivas y en muchos casos erradas, incluidas aquellas en el Diccionario Biográfico Español de la Real Academia de Historia de España o Wikipedia. Recientemente, después de varios años de investigación entre viejos documentos de la época, tanto en archivos cubanos, dominicanos y europeos, aparece publicada – por primera vez hasta donde sabemos– una detallada biografía que profundiza y revela aspectos desconocidos e importantes de la vida y obra de Manzaneda.
Aquí queremos compartir un fragmento de uno de estos trabajos recientemente publicados en la revista Librínsula de la Biblioteca Nacional de Cuba “José Martí” (mayo, 2019). Para no hacer este post extenso, solo compartimos el fragmento dedicado a la historia de Matanzas y la huella de Manzaneda en ella. Para los interesados, el articulo completo está disponible en la página de Librínsula, aquí.
“… [ SU OBRA EN MATANZAS
Si bien la apreciación de las labores de Manzaneda
abre una ventana a la historia de Cuba a finales del siglo XVII, su aporte a la
historia de Matanzas compone la fundación de la identidad y evolución de su
población criolla en el XVIII. La ciudad de San Carlos de Matanzas debe una
gran parte de su historia al gobernador Manzaneda, quien al fundarla tenía 49
años.
El proyecto de fortificación y población de Matanzas
fue un asunto que ocupó a Manzaneda desde finales 1689, y aun hasta después del
final de su término. Habiendo recibido instrucciones reales de impulsar el
proyecto de Matanzas desde su llegada a la capitanía, en enero de 1690
supervisó sondeos e inspecciones de la bahía y sus alrededores, los que repitió
en enero de 1693, en vísperas de la fundación de la ciudad (40). Manzaneda
gobernaba directamente y en presencia, prefiriendo supervisar y dirigir en
persona sus empresas. Con ese sentido Manzaneda viajaría otras tres veces más a
Matanzas (41).
Pero el cumplimiento de este proyecto no vino sin
contratiempos y atrasos; casi todos por causa de una ineficiente burocracia
dominante y compleja de la cual padecía el sistema insular en la periferia del
imperio metropolitano. Manzaneda, para cumplir las órdenes reales, debió luchar
contra un mar de resistencia y limitantes. Primero intentó despejar el gran
obstáculo que presentaban los situados reestableciendo lazos de cooperación con
el virreinato novohispano, que se justificaba en no poder remesar las múltiples
plazas cubanas, las cuales estos consideraban de excesivas (42). En múltiples
ocasiones y con impertinente perseverancia, inclusive con todo el apoyo real,
Manzaneda pidió frecuentes situados o remesas al virrey regente, el Conde de
Galve (43), para poder echar a andar y mantener el proyecto de fortificación y
población de la bahía de Matanzas y mantener las otras plazas de la isla. Al
final no recibiendo el situado virreinal u otro apoyo real, viéndose obligado a
extraer de las cajas de la Real Hacienda, e inclusive de su propio bolsillo
(44). Esto, entre otras prácticas en contra de los deseos de la Corona, les
sirvió de alimento a las críticas de sus recién-ganados enemigos en la élite
local (45).
Después de encontrar un asentista para comenzar la
construcción de la fortaleza principal, negociar la compra de las tierras al
Convento de Santa Clara, agrupar y escoger las familias que debían poblar la
naciente ciudadela en Matanzas, se dio la orden de movilización al paraje a
principios de mayo de 1693(46). Antes de ello, se había ordenado al ingeniero
militar Juan de Herrera y Sotomayor, el escribano-agrimensor Juan de Uribe y
Ozeta, más otros oficiales de La Habana, comenzar las labores de preparación y
condicionamiento del terreno (47). La construcción de la fortaleza comenzó para
finales de ese mismo mes (48).
Para el mes de agosto y septiembre todo estaba casi
listo. Pero para oficialmente comenzar se debió esperar por el obispo Diego
Evelino Hurtado de Compostela, quien se encontraba abatido por sus “habituales
achaques” (49) y restringido por las ensortijadas condiciones de los
caminos. Manzaneda, arribó a Matanzas por mar en la tarde del jueves 8 de
octubre. El obispo, acompañado de su familia, y aun enfermo, arribó en la
mañana del 11 de octubre para finalmente dar comienzo a las labores fundacionales
(50). Al día siguiente se colocó y bendijo la primera piedra de la primera
iglesia de Matanzas, acto seguido fue celebrada la primera misa en nombre de
San Carlos, San Severino y San Diego (51). Al día siguiente se colocó y bendijo
la primera piedra de la fortaleza, quedando nombrada esta como Castillo de San
Carlos de Manzaneda (52).
La organización de la nueva ciudad gozó de un plano
confeccionado antes de su fundación, que rigió la disposición estructural de la
ciudad – que aún se preserva –, más la rifa a suerte de sus solares y tierras a
los nuevos vecinos. Esta sería la primera vez que se sortearían solares en la isla
(53). Estas primicias, en conjunto a la peculiar disposición de la primitiva
iglesia y otras, harían de considerarse a Matanzas como la primera ciudad
moderna de Cuba (54).
En noviembre de 1694 retornó a Matanzas para fundar
el primer cabildo, celebrado el 8 de diciembre de ese año. Desde agosto de este
año, había fomentado la ciudad con 11 familias adicionales a las originales,
más otras 13 que le seguirían después; igualmente todas de Canarias. Esto fue
previsto quizás en anticipación a la despoblación y epidemias que azotaban la región
entonces, y que luego impactaron a la nueva ciudad al comienzo del siglo XVIII
(55). Entre finales de 1694 le diseñó y asignó un escudo de armas “de dos
puertas y castillo” a la nueva ciudad de Matanzas, que, por su posición,
complementaria al de La Habana (56). Durante casi todo el año de 1695 se
encargó de los atrasos que sufría la construcción de su castillo, enviándole
mano de obra y dinero para continuar su edificación después de anular el
contrato con el asentista Beltrán de Santa Cruz (57). En 1694, exhausto, le
comentó al rey que “…habiendo puesto en paz y tranquilidad esta llave y muro
de ambos mundos…” quedaba “…mirándome rendido…” (58).
Aun después de terminar su cargo interino el 2 de
octubre de 1695, cuando le reemplazó en la gubernatura Diego Córdoba Lasso de
la Vega, Severino de Manzaneda continuó vinculado con las obras que comenzó.
Entre finales de 1695 y aún en 1698, Manzaneda remitía informes reales y se
encontraba involucrado en las obras que había echado andar, quizás impulsado a
ello por el desdén y
“…el desamor y poco cariño con que la
atienden los que las bienen a proseguir, aunque importen mucho sus defensas,
por no haberse comenzado en su tiempo…” adicionando que “mi sucesor vino
a vendimiar la viña que yo podé y cervé…” [sic] (59).
Manzaneda dedicó su vida al servicio real,
cumpliendo con celo y devoción sus labores en el Nuevo Mundo. Hasta ahora la
documentación no apoya que Manzaneda haya estado casado o dejado descendientes.
El constante impulso de sus deberes en Cuba y luego Santo Domingo, a las que
llegó a muy madura edad, aparentemente no le permitió tiempo para más. La
Corona le recompensó con la capitanía general, gubernatura de Santo Domingo y
la presidencia de la Real Audiencia de Santo Domingo en septiembre de 1696 (60)]…”.
Autógrafo del Capitán General, gobernador de Cuba,
don Severino de Manzaneda.
|
Bibliografía recomendada
Orihuela León, J. (2019). Severino de Manzaneda: Capitán General, gobernador de Cuba a finales del siglo XVII. Librínsula: Revista Digital de la Biblioteca Nacional de Cuba José Martí, 385: 1-12.
Orihuela León, J. (en edición). Severino de Manzaneda: excepcional gobernador de Cuba en el siglo XVII. Boletín de la Biblioteca Nacional de Cuba (2020).
Fernando Rodriguez de la Torre en el Diccionario Biográfico Español de la Real Academia de Historia de España (en linea).
Gómez Prieto, J. (2019). Balmaseda en América. Capítulo 7: Matanzas. (en prensa).
No hay comentarios:
Publicar un comentario