sábado, 12 de octubre de 2024

Matanzas: más allá de los mitos y leyendas

El origen del nombre "Matanzas" ha sido tradicionalmente atribuido a un evento violento en el cual, supuestamente, un grupo de españoles naufragados fue asesinado por los indígenas locales al intentar cruzar la bahía que hoy lleva el mismo nombre. Esta interpretación, sin embargo, ha sido cuestionada a lo largo de los años y existen argumentos sólidos que sugieren que esta versión de los hechos podría estar distorsionada o ser incierta.

La versión más comúnmente aceptada de la historia describe cómo los indígenas volcaron las canoas de los españoles, ahogando a varios de ellos en la bahía, mientras que los sobrevivientes fueron ahorcados posteriormente en una ceiba. Este relato, recogido por cronistas como Bartolomé de las Casas y Bernal Díaz del Castillo, ha perdurado en la historiografía tradicional de Cuba. No obstante, estos cronistas escribieron sus relatos muchos años después de los hechos y desde perspectivas subjetivas, lo que genera dudas sobre la precisión de sus narrativas. En particular, es bien sabido que tanto Las Casas como Díaz del Castillo tenían agendas y preocupaciones diferentes, lo que pudo haber influido en la manera en que presentaron estos eventos.

Por otro lado, un análisis crítico de la Carta de Relación de Diego Velázquez, escrita en 1514 - y única fuente primaria asociada a estos relatos-, revela una interpretación significativamente distinta de los sucesos en torno a Matanzas y el origen de este toponímico. En esta carta, Velázquez describe el rescate de tres náufragos españoles —García Mexía y dos mujeres— que habían sido acogidos por caciques indígenas en la región. A lo largo de su relato, Velázquez menciona algunos actos de violencia, pero ninguno como el que tradicionalmente se ha asociado con el nombre de la ciudad. Al contrario, describe un proceso relativamente pacífico de rescate en el que los caciques locales colaboraron para devolver a los náufragos a los españoles. Esta omisión de un “acto de matanza” sugiere que los eventos pueden haber sido tergiversados o exagerados en relatos posteriores o que, al menos, la historia esta muy sesgada e incompleta. 

Es importante señalar que la narrativa de Velázquez, siendo un documento de primera mano, escrito poco después de los eventos (abril de 1514), ofrece un nivel de credibilidad mayor en comparación con los relatos de Las Casas y Díaz del Castillo, que fueron redactados muchas décadas después. La versión de Velázquez presenta a los indígenas no como agresores violentos, sino como actores en una dinámica más compleja, en la cual participaron en la supervivencia, interacciones tempranas de resistencia a colonizadoras mayormente poderosas y, el posterior rescate de algunos españoles tomados de rehenes. Además, la Carta de Relación ofrece una imagen de mayor cooperación entre los españoles y los caciques locales, en contraste con la idea de un enfrentamiento violento que dio origen al nombre de Matanzas. El la Carta de Relación, queda esto como una simple insinuación de algo sucedido en el centro de la isla y mas bien conocida como la Matanzas de Caonao. 

Otro aspecto clave a considerar es el posible origen etimológico de la palabra "Matanza". Aunque muchos estudiosos han aceptado la conexión entre el nombre y el supuesto incidente violento, es plausible que el término “Matanzas” esté relacionado con actividades económicas, como el matadero de ganado, en lugar de un hecho de violencia. Este uso del término "matanza" se encuentra documentado en otras regiones de América y Europa, donde se asocia con el sacrificio de animales para consumo, lo cual podría haber sido una actividad común en la zona durante la época colonial. El uso mas temprano de este toponímico sobre la bahía se remonta a mapas y documentos posteriores a 1526, cuando ya allí existía un pequeño asentamiento. 

Asimismo, la toponimia indígena de la región, particularmente los nombres Yucayo y Guanima, ha sido vinculada erróneamente con la ciudad de Matanzas. Estos lugares, mencionados en diversos documentos históricos, no siempre coinciden con la ubicación geográfica de la ciudad, lo que sugiere una confusión entre diferentes sitios y eventos en los relatos históricos. Esta superposición de hechos y nombres ha contribuido a la creación de un mito que ha perdurado en la historiografía, consolidando la versión de un acto violento que, como muestran las fuentes primarias, podría no haber ocurrido en los términos que comúnmente se cree.

Finalmente, el análisis arqueológico también respalda esta nueva interpretación. Hasta la fecha, no se han encontrado evidencias contundentes que corroboren la supuesta "matanza" de los náufragos en la bahía. En cambio, los registros arqueológicos de la región de Matanzas muestran una presencia indígena significativa y menos colonial, lo que refuerza la idea de una interacción más compleja entre los colonizadores y los pobladores originarios.

En conclusión, el origen del nombre "Matanzas" podría estar mucho más vinculado a actividades económicas o topográficas que a un evento violento como el que describe la historiografía tradicional. La narrativa sobre la supuesta matanza de náufragos puede haber sido una construcción posterior, influenciada por relatos subjetivos y distorsionados por el tiempo - particularmente con el despertar intelectual del siglo XIX. Por ello, es necesario revisar críticamente las fuentes históricas primarias y considerar la posibilidad de que la ciudad de Matanzas no derive su nombre de un acto de violencia, sino de una historia más compleja de interacción y coexistencia entre los indígenas y los españoles en los primeros años de la colonización de Cuba.


Nota bibliografica:

Esta interpretación histórica se basa en los análisis críticos y las fuentes documentales presentadas en el trabajo "Matanza de Yucayo: Historia y Mito" de Johanset Orihuela León y Ricardo A. Viera Muñoz (2020, Aspha, Buenos Aires), que revisa la narrativa tradicional sobre el origen del nombre de la ciudad de Matanzas y las interacciones tempranas entre los españoles e indígenas en Cuba.


miércoles, 9 de octubre de 2024

San Carlos de Matanzas: 331 Años de historia y resiliencia

Al conmemorar el 331º aniversario de la fundación de Matanzas, es un momento ideal para reflexionar sobre la rica historia de esta ciudad. El 12 de octubre de 1693, se fundó oficialmente la ciudad de San Carlos y San Severino de Matanzas, un proyecto que simbolizó tanto las aspiraciones de una colonia joven como las duras realidades de la vida en el Caribe a finales del siglo XVII.

El Comienzo del Viaje

Todo comenzó meses atrás, pero el proceso oficial comenzó antes, desde el 9 de octubre de 1693, cuando el gobernador Severino de Manzaneda y su comitiva partieron de La Habana hacia la bahía de Matanzas. Su misión era establecer un asentamiento fortificado que no solo defendiera la costa norte de Cuba, sino que también apoyara su desarrollo económico y social. La comitiva, compuesta por funcionarios, personal militar y familias provenientes de las Islas Canarias, llegó a la bahía de Matanzas: un lugar cuidadosamente seleccionado por su importancia estratégica.

No se trataba de un asentamiento cualquiera. El gobernador había escogido a varias docenas de familias provenientes de las Islas Canarias, cuyo esfuerzo y determinación serían el pilar de esta nueva comunidad. Para mayo de ese mismo año, estas familias ya habían comenzado a preparar el terreno, sembrar cultivos y establecer las bases de lo que pronto sería una ciudad próspera.


Construyendo un Nuevo Futuro

La fundación formal de la ciudad tuvo lugar el 12 de octubre de 1693, cuando se bendijo la primera iglesia y se otorgó el nombre de la ciudad en honor al rey Carlos II de España (San Carlos) y a la estratégica fortaleza de San Severino. Los eventos de esos días, meticulosamente registrados en los primeros documentos oficiales de la ciudad, muestran cuán cuidadosamente se planificó la fundación. Desde la construcción de fortificaciones hasta la distribución de tierras a los colonos, ningún detalle fue dejado al azar.

La ciudad fue trazada con precisión, con la Plaza de Armas (hoy conocida como Plaza de la Vigía) en su centro. Las calles fueron medidas cuidadosamente y se distribuyeron solares a los colonos. La primera iglesia se construyó en un terreno orientado hacia las aguas turquesas de la bahía y a una plaza a su oeste, y, cerca de allí, comenzó a erigirse una fortificación para defenderse de los posibles ataques piratas y de invasores extranjeros.



Luchas y Triunfos

La vida en Matanzas no fue fácil para esos primeros colonos. El clima tropical, las amenazas de huracanes y los brotes de enfermedades como la viruela y el sarampión, fueron desafíos constantes. Sin embargo, a través de su perseverancia y con la ayuda de la naturaleza yerma loca, la ciudad comenzó a crecer muy lentamente. 

No solo tuvieron que enfrentarse a las amenazas naturales, sino también a las presiones políticas. La correspondencia de Manzaneda con la Corona española revela su delicado equilibrio entre garantizar la seguridad del asentamiento y cumplir con las exigencias de los decretos reales para suplir y mantener aquella naciente comarca - ciudadela al pie del San Severino.

Una cosa estaba clara: Matanzas no era solo un puesto militar, sino que se estaba convirtiendo en una comunidad. En pocos días se celebraron matrimonios, se bautizaron niños y la ciudad comenzó a florecer, evolucionando poco a poco de un bastión defensivo a un centro cultural y económico.


Un Legado Duradero

Hoy, Matanzas es conocida como la "Ciudad de los Puentes" o la "Atenas de Cuba", gracias a su rica historia cultural. Pero es importante recordar sus orígenes: aquellos primeros días cuando un grupo de familias decididas, guiadas por la fe y la resiliencia, construyeron una vida en el Caribe. Las calles cuidadosamente trazadas, los restos de la primera iglesia, y el Castillo de San Severino que aún se erige como símbolo de los comienzos de la ciudad nos recuerdan aquel momento histórico de su fundación.

Al celebrar 331 años de Matanzas, honramos no solo a las figuras históricas que colocaron las primeras piedras, sino también a los innumerables hombres y mujeres que construyeron el legado perdurable de la ciudad. Desde sus raíces coloniales hasta su rol moderno como centro cultural cubano, Matanzas sigue siendo un testimonio de la fortaleza y el espíritu de su gente.

Cita: Orihuela, J. (2021). Historia Fundacional de Matanzas. Ediciones Aspha, Buenos Aires


jueves, 13 de octubre de 2022

El centro histórico de Matanzas, un bien de todos - por Ramón Cotarelo Crego




A la memoria de Pedro Esquerré

La ciudad no dice su pasado, lo contiene como las líneas de una mano, escrito en los ángulos de las calles, en las rejas de las ventanas, en los pasamanos de las escaleras, en las antenas de los pararrayos, en las astas de las banderas, surcado a su vez de cada segmento por raspaduras, muescas, incisiones, cañonazos.”

Las ciudades invisibles de Italo Calvino 




    Los centros históricos son “todos aquellos asentamientos humanos vivos, fuertemente condicionados por una estructura física proveniente del pasado, reconocibles como representativos de la evolución de un pueblo” (1) son esencialmente la memoria de quienes nacieron en él, lo habitan y también de aquellos que por una razón u otra se han alejado físicamente de forma temporal o definitiva, es dónde, se “han concentrado, superpuesto e integrado los acontecimientos históricos para completar la obra del hombre en toda su dimensión, representa, además, la memoria que lo lleva a ser propiedad de la cultura de la colectividad porque puntualiza y explica su historia”. (2) 

Como los seres humanos, los centros históricos tienen algo de irrepetible, una fisonomía y una atmósfera propias que le otorgan un especial encanto y significación pero que en su fragilidad no los hacen invulnerables a la acción del hombre, motivo por el cual cada intervención debe ejecutarse con sumo cuidado y responsabilidad, evitando errores que una vez cometidos no tendrán marcha atrás y una vez perdido el tesoro no lo recuperaremos como nos advierte José Martí en sus conocidos versos. (3)

Delimitar, estudiar, intervenir y gestionar un centro histórico es una tarea compleja, donde si bien la elaboración, ejecución y control del programa deben estar en manos de profesionales especializados no hay en absoluto que menospreciar el aporte de sus habitantes ya que “la participación de la población -de la que vive o usa el centro histórico- es esencial para asegurar el carácter vital del área, para afianzar las posibilidades de nuestra acción a través del tiempo -mantenimiento, renovación de usos, etc.- y en definitiva para justificar el esfuerzo de encarar políticas culturales con una finalidad social. Un proyecto de la ciudad en una zona significativa de la misma solo podrá tener éxitos cuando cuenta con consenso ciudadano, decisión política del ente de aplicación, recursos económicos y una adecuada estrategia de planificación técnica y participación de los usuarios”. (4) 

El centro histórico se debe mirar sin indiferencia (5), no es responsabilidad exclusiva de la Oficina del Conservador o del Departamento de Patrimonio Cultural o la Comisión de Monumentos, es un bien de todos y al Patrimonio lo salvará la voluntad colectiva. (6) Este criterio defendido desde hace décadas (7) revela la fundamental participación de quienes viven, sufren y disfrutan todo lo que sucede en un centro histórico. El hombre es el centro del problema y si es excluido nunca podrá llevarse a cabo exitosamente un programa de recuperación pues como bien colectivo, el centro histórico es, asimismo, propiedad cultural y material de la sociedad, sedimentado a lo largo de generaciones. Su acción implica a la comunidad y no solamente a organismos e instituciones especializadas. Como organismo “vivo” ha de entenderse el centro histórico, donde la fusión de lo nuevo y lo viejo debe producirse en una relación dinámica no antagónica, de mutua valoración. Las nuevas inserciones son una necesidad insoslayable que tendrá que reconocer el espíritu de la ciudad. Las intervenciones transcenderán el rescate de los valores históricos y culturales para dirigirse hacia la rehabilitación socioeconómica y dar respuesta al hombre, por ende, es fundamental el mejoramiento de la calidad de la vida, con un programa de acción coherentemente estructurado, imprescindible para organizar fuerzas y potencialidades y superar la restauración puntual y pasar así a la conservación en toda su extensión. 

Los testimonios constructivos de un centro histórico no están destinados a la contemplación, sino a la utilización adecuada que garantice la permanencia del monumento y su explotación. No se rescata por nostalgia de pasado, se hace como esperanza de futuro con amplitud de visión, conocimiento de las exigencias constructivas y de los medios a disposición, revitalizando además las técnicas tradicionales e incorporando recursos actuales que el desarrollo científico-técnico suministra sin olvidar el respeto sincero para con la historia, el arte, los paisajes y la memoria de la ciudad. 

El rescate del centro histórico se debe sustentar en la esencia y no en la mera apariencia. La explotación turística estará subordinada a la defensa de la identidad como pueblo y a su reafirmación cultural, rescatándolo para la vida y no como falsificación para la mirada foránea. 

La divulgación del patrimonio heredado es fundamental para la conservación de los valores histórico-culturales de un conjunto urbano, siendo el objetivo supremo hacer de cada ciudadano un conservador. Recordemos que ya en el siglo V a.n.e. el gran filósofo y matemático griego Pitágoras promulgaba “educad a los niños y no será necesario castigar a los hombres”. La práctica de proteger el patrimonio cultural se adquiere a partir del ejemplo, en la familia y en la escuela. Se aprende desde la edad temprana a reconocer, valorar y respetar la memoria, la cultura y a conservar los objetos patrimoniales. La preparación para la vida de cada individuo comienza temprano, en el ámbito familiar primero, seguido del escolar, los programas escolares revisten gran significación pues por medio de ellos se puede articular una “pedagogía del patrimonio”, con métodos de enseñanza activos, enfoques intercurriculares de las disciplinas, relaciones entre campos de la educación y la cultura y el empleo de una amplia variedad de modos de comunicación y expresión. El patrimonio cultural es de hecho un elemento fundamental dentro de una nueva didáctica que articula la colaboración entre la escuela y las instituciones culturales” (8)

Le memoria será el puente de conexión con el futuro, ayudándonos a comprender el presente y enlazando los diversos anillos de la vida de la sociedad, escrita en su patrimonio material e inmaterial, en la piedra y en el árbol, en sueños e ilusiones, en la música, la palabra y el silencio, respetando los edificios en su unicidad, autenticidad y originalidad.

En Matanzas se articula en singular simbiosis, el paisaje, lo construido por la mano del hombre y la savia humana. Se vivifica con los innumerables aspectos conformadores de una identidad dialéctica y dinámica que puntualiza y diferencia otorgando una pertenencia que permite hundir las raíces en el pasado y extender las ramas hacia el cielo del porvenir. El centro histórico, en tanto ser viviente, se convierte en un ecosistema rico de interacciones, capaz de articular los sentidos. Como subraya Fruto Vivas (9) “la ciudad se huele, escucha, toca, sabrosea, se ve, pero también se siente, se ama, odia, se recuerda y se sueña”. Es imposible cancelar de su memoria aquellos personajes que dejaron huellas imborrables, con luces y sombras, en el estudio, defensa, rescate y divulgación de sus testimonios materiales e intangibles.

Preocupa hoy el descuido con que a veces se tratan tesoros excepcionales. Estamos aún a tiempo y con posibilidades de salvar lo que una vez perdido no habrá de recuperarse jamás. Son la memoria y la población que la conserva, las claves para enfrentar la difícil tarea de salvar un conjunto histórico en peligro. Los recursos materiales cuentan, pero no son los únicos, el hombre es decisivo, cimentado en una sólida memoria, en el recuerdo, que ya sabemos no es más que “volver a pasar por el corazón”. De este olvido debe salvarse -entre tantos- a Pedro Esquerré, artista de la plástica a quien Matanzas no puede menos que reconocer y agradecer. En medio de cierta “fiebre destructora” que aquejó la ciudad por los años setenta del siglo XX, este creador se interpuso entre las maquinarias encargadas de echarlo todo al suelo y el Palacio Junco, intentando impedir una irreparable pérdida. Actos extremos como éste solo son posibles cuando se tiene una identificación absoluta con la ciudad pues no muchos saben en primera persona cuántas angustias y sufrimientos hay detrás de cada piedra recuperada, de cada batalla ganada en esta difícil “cruzada”. Hoy, cuando afortunadamente pasó la moda de las demoliciones no es posible confiar la salvación del patrimonio a acciones individuales como los de Pedro Esquerré. El patrimonio tiene necesariamente que ser protegido por todos y cada uno de los ciudadanos que conviven día a día con alegrías, tristezas, logros y dificultades en el centro histórico. Es fundamental la memoria y la identidad, categorías insoslayables porque cuando se pierde la memoria un pueblo muere. Un hombre verdaderamente culto no debe exclusivamente acatar mandatos, debe y tiene que pensar, crear, desear y aspirar y así podrá transmitir de generación en generación la cultura, las tradiciones y la historia para perpetuarlas en el tiempo pues como sentenció el sabio Fernando Ortíz “la verdadera cultura y el positivo progreso están en las afirmaciones de las realidades y no en los reniegos. Todo pueblo que se niega a sí mismo está en trance de suicidio. Lo dice un proverbio afrocubano; chivo que rompe tambor con su pellejo paga”. (10) 


Viareggio, Italia en 17 de enero de 2017



Citas y notas


1.- Documento final del “Coloquio de Quito”. Proyecto Regional de Patrimonio Cultural PNUD-UNESCO. Quito. 1977. 

2.- Ramón Cotarelo Crego. “Matanzas en su Arquitectura” Editorial Letras Cubanas. La Habana. Cuba. 1993 p. 120.

3.- Una mora de Trípoli tenía / Un perla rosada, una gran perla: /Y la echó con desdén al mar un día: / “¡Siempre la misma! ¡ya me cansa verla!” / Pocos años después, junto a la roca /De Trípoli… ¡la gente llora al verla! / Así le dice al mar la mora loca: / “¡Oh mar! ¡oh mar! ¡devuélveme mi perla!” José Martí, “La perla de la mora” en: La Edad de Oro. 

4.- Ramón Gutiérrez. “Administración y ejecución de proyectos de patrimonio cultural: centros históricos de América Latina”. En: Revista AB Arquitectura. Bolivia. Diciembre 1988 No.6 p.31-32.

5.- “Mirar a la ciudad sin indiferencia” Entrevista de la periodista Charo Guerra a Ramón Cotarelo Crego, publicada en el periódico Girón, Matanzas el día 26 de noviembre de 1991.

6.- “Al patrimonio lo salvará la voluntad colectiva” Entrevista de la periodista Violeta Villar Liste, realizada a Ramón Cotarelo Crego en Barquisimeto, Venezuela y publicada en el periódico “El Impulso” de Barquisimeto el día 7 de septiembre de 1992.

7.- Ramón Cotarelo Crego “Logros y dificultades en la aplicación de un programa de conservación en el centro histórico de Matanzas, Cuba”, intervención realizada por el autor en el V Congreso Latinoamericano de Cultura Arquitectónica y Urbanística. Montevideo, Uruguay. Noviembre de 1996. 

8.- Ramón Cotarelo Crego “Reflexiones alrededor de la formación y el patrimonio cultural “Intervención en el Congreso Internacional de Rehabilitación del Patrimonio Arquitectónico y Edificación. Sevilla, Julio 2008. Publicado en Libro de Actas. Tomo II, p. 391.

9.- Frutos Vivas, arquitecto venezolano. 1934-2022.

10- Fernando Ortíz en la introducción de “Cuentos negros de Cuba”, de Lydia Cabrera. Editorial Verbum, Madrid. 2014, pp. 9-10.