jueves, 3 de junio de 2021

Breve aporte a la historia de la meteorología en Matanzas

Ya está disponible el último número de Librínsula: La Isla de los Libros Perdidos, y en ella nuevos datos para la historia de la meteorología en Cuba desde las cartas inéditas de Andrés Poey a Javier de la Cruz en 1859. Enlace disponible aquí

Una vez más extiendo mi agradecimiento a Henry Delgado Monzor, Ramón Cotarelo y Johan Moya Ramis por todo su impulso y confianza. 

Cita recomendada:

Orihuela León, J. (junio 2021). Nuevos datos para la historia de la meteorología en Matanzas, Cuba: cartas inéditas de Andrés Poey a Javier de la Cruz, 1859. Librínsula: Revista Digital de la Biblioteca Nacional de Cuba José Martí, no. 408 (Nombrar las Cosas): 1-7 (ISSN: 1810-4479)

Sin más preámbulo, aquí se les comparte:

[...]Ya desde finales del siglo XVIII se realizaron en Cuba observaciones instrumentales del tiempo, pero estas no tuvieron una metodología o registro estandarizado. El Papel Periódico de La Habana,  recogió mediciones de la presión atmosférica a través del barómetro y temperatura en 1794 (Sagra, 1838; Lecha, 2018), otras similares fueron realizadas por Antonio Robledo entre 1796 y 1807 en zonas de La Habana y Wajay (op. cit.). A estas sin duda siguieron otras, como las realizadas por la Comisión de Guantánamo, dirigidas por el Conde Mopox y Jaruco entre 1796 y 1802 y las de José Ferrer entre 1810 y 1812 (Barreiro, 1933; Barras, 1952; Higueras y Guío, 1991; Aruca et al., 2003; Lecha, 2018; Orihuela y Cotarelo, 2020). No obstante, la meteorología instrumental de superficie no comenzó de manera sostenida hasta la creación de estaciones meteorológicas en la década de los 1860; iniciativa que, según la tradición, fue impulsada por los Jesuitas del Convento de Belén en La Habana (Lecha, 2018). A comienzos de marzo de 1858 ya se habían realizado varios registros de superficie con variada instrumentación especializada, incluyendo presión atmosférica, temperatura y otros como parte del currículo docente del colegio (Ramos, 2009). Esta inclinación de los jesuitas condujo a la apertura del Observatorio de Belén en la ciudad de La Habana, el cual fue fundado el 18 de diciembre de 1860 – de la cual Andrés Poey sería su primer director (Ramos, 2009). Con este se estableció la primera institución dirigida a la meteorología instrumental en Cuba. Desde 1870, con la llegada del sacerdote jesuita Benito Viñes, el Observatorio comenzó el registro instrumental de condiciones del tiempo de manera sistemática y científica (Carbonell, 1928; Ramos, 2009; Lecha, 2018), cuyo interés se diseminaría entre los eruditos, estudiosos y académicos de diferentes colegios a través de la isla, como en la ciudad de Matanzas.
El registro meteorológico a través de instrumentos de superficie se menciona en Matanzas al menos desde 1844,  utilizados durante el huracán de San Francisco de Asís, y las mediciones tomadas por Luis F. Simpson durante el huracán de San Francisco de Borja en 1846, pero estas fueron mediciones esporádicas (González, 2001; Orihuela y Pérez, 2020). No fue hasta el año 1878 que quedó instalado en la quinta de Nuestra Señora del Pilar – actual Marcet en el barrio de Simpson –, el primer Observatorio Meteorológico de la ciudad de Matanzas; iniciativa de Guillermo Schewer, Luis Simpson y Francisco Jimeno quienes tuvieron como “meteorologista” a Juan F. J. León Buigas y Ballochi (J. A. Treserra, periódico El Republicano, jueves 9 de octubre de 1941). En esta breve nota se presentan una serie de comunicaciones entre Andrés Poey, hijo del eminente científico, y el erudito Francisco Javier de la Cruz de Matanzas, fechadas al comienzo de 1859. Esta correspondencia se encuentra archivada en la colección de José Augusto Escoto, Biblioteca Houghton de la Universidad de Harvard (EE. UU.),  su contenido permite establecer que existió un interés de establecer una red de estaciones para el registro meteorológico continuo en la ciudad desde antes de la fundación del Observatorio de Belén, lo cual resulta novedoso para el conocimiento histórico del desarrollo de la meteorología en la ciudad de Matanzas al igual que en el ámbito nacional. 



Correspondencia inédita de Andrés Poey a Javier de la Cruz, en Matanzas

La primera misiva está fechada en La Habana el 26 de enero de 1859. En ella, Andrés Poey emprende con la intención de reanudar la antigua correspondencia que sostenía con de la Cruz desde 1849. La misión de esta carta explicó Poey, era para proponerle el proyecto de establecer una estación meteorológica en la ciudad de Matanzas, el cual consideró “…laudable y útil al país…” Poey buscaba en Javier de la Cruz un auxiliar, cierto fulcro
“…en las pujas que pueda dar en Matanzas con el teniente gobernador para ver si puedo obtener que se establezca en dicha ciudad un pequeño observatorio meteorológico donde se hagan observación a las mismas horas que las que se están haciendo en el Observatorio de La Habana…”
El interés de los Poey por la meteorología se remonta hacia la primera mitad del siglo. En 1838, Andrés Poey y Desiderio Herrera habían hecho observaciones con instrumentos de registro superficial durante el paso de un ciclón que azotó a La Habana en los días 15 y 16 de octubre – considerada entre uno de los primeros reportes meteorológicos realizados con cientificidad en Cuba (González, 2001). Para comienzos de 1859, Andrés Poey había logrado establecer una de estas estaciones en la ciudad de Güines con la colaboración del teniente gobernador de aquella ciudad. Según le comunicaba a de la Cruz, esta noticia se había publicado en el Diario de la Marina (La Habana, 21 de enero de1859).  
La intención de Poey, explicó, era establecer lo mismo en “…diversos puntos [de la isla] hasta poder obtener la organización de una red de observadores por toda la isla…” que tuviese “…correspondencia mutua con el observatorio de la ciudad…” de La Habana. Resultan curiosas las cláusulas sobre los registros que ya se realizaban en el observatorio de La Habana – al parecer años antes de que se fundara el célebre Observatorio de Belén y del cual Andrés Poey sería su primer director (véase a Ramos, 2009). Poey afirmaba que el establecimiento de la mencionada red de estaciones era el único medio “…de llegar algún día a determinar el clima de esta rica Antilla en relación con el [de] las demás islas…” (fol. 4/5). 
Le preguntaba Poey a Javier de la Cruz si había, acaso en Matanzas, alguna persona que tuviese “…barómetro, termómetro, pluviómetro, etc.…” subrayando cada uno de estos instrumentos, “…que pudiese o quisiese observar a cuatro horas fijas del día…” Poey necesitaba una persona en capacidad de comunicarle el acontecimiento de los fenómenos que no requerían del “…auxilio de instrumentos…” El sistema modelo para seguir era el europeo, especificó aclarando, además, que a este personal se le daría el crédito requerido en los almanaques y publicaciones que surgieran de los registros. Las mediciones obtenidas en Matanzas pudieran, sugería Poey, publicarse en la prensa local como La Aurora o “…en el Yumurí…” 
A través de Javier de la Cruz, don Poey jr. pretendía acceder al gobernador de la ciudad para que fuese este quien proveyera personal pagado, del Ayuntamiento, para la tarea. Indagando, además, si hubiera particulares también interesados. La tarea se delineaba de suma importancia científica, y en específico – Poey intentó ser persuasivo – sobre el rol que jugaría la región matancera en su red meteorológica para el servicio de la ciencia en el país. Sumaba Poey que: 
“Siempre he considerado la situación del puerto de Matanzas como una de las más importantes para el estudio comparativo de las modificaciones atmosféricas de la isla (…) En los catálogos general que he publicado en Europa sobre las granizadas, temblores de tierra, huracanes, relámpagos, truenos, rayos, etc.…he comprendido los datos que he podido obtener sobre Matanzas a penas de muchos años de continuas investigaciones…”
Comentaba en las siguientes líneas que, como cortesía, con la misiva le enviaba uno de estos folletos recientemente publicados por Ramón de la Sagra. Para concluir la comunicación, le proponía a Javier de la Cruz ser el director de la estación que se estableciera en la ciudad de Matanzas. Pero, al parecer, Javier de la Cruz no respondió esta primera misiva, la cual Poey consideró extraviada (nótese que ambas versiones de las cartas llegaron a la posesión de Escoto, por lo que es probable que Javier de la Cruz la recibiera, pero no contestara). El 14 de abril de 1859 le volvió a escribir repitiéndole la misma proposición e ideas. Sin embargo, en esta ocasión, sugirió el envolvimiento del liceo de la ciudad, o una vez más algún particular, pero no del gobernador o al ayuntamiento. Razón de este cambio de intención no queda explicado. 
Estas cartas de Andrés Poey ponen en manifiesto que la idea de establecer una red de estaciones meteorológicas antecedía la fundación del Observatorio de Belén y que, dentro de ellas, establecer una especialmente en la ciudad de Matanzas. Al parecer, esta era una meta que Poey venía gestando desde años antes y que despegó con la creación del Observatorio. Quizás por su sustancial patrocinio para establecer dicha institución – y cual ahora reluce no era idea únicamente de los jesuitas – dotó a Andrés Poey la honorifica posición de ser el primer director del Observatorio de Belén. Un honor similar hubiese recaído sobre Javier de la Cruz si se hubiese establecido la estación en la ciudad de Matanzas que tanto anheló Poey. Tomarían casi veinte años para finalmente establecerse el primer observatorio meteorológico de la ciudad de Matanzas.[...]




Referencias citadas

Aruca Alfonso, l., R. Funes Monzote & R. Díaz Martín (2003). Expediciones, exploradores y viajeros en el Caribe. La Real Comisión de Guantánamo en la Isla de Cuba 1797-1802, Ediciones Unión, La Habana.
Barreiro, A. J. (1933) Documentos relativos a la expedición del Conde de Mopox a la Isla de Cuba, durante los años 1796 a 1802, publicados ahora por primera vez. Revista de la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de Madrid, 30: 107-121.
Barras de Aragón, F. de las (1952). Noticias y documentos de la Expedición del conde de Mompox a la isla de Cuba” Anuario de Estudios Americanos, IX (1): 513-548. 
Carbonell y Rivero, J. M. (1928). La Ciencia en Cuba. Evolución de la cultura cubana. Montalvo y Calvo, La Habana.
Gillespie, C. C. (1960) The Edge of Objectivity: An essay in the history of scientific ideas. Princeton University Press, Princeton. 
González Villalonga, R. (2001). Los balbuceos de la meteorología en Matanzas. Girón, jueves 6 de septiembre de 2001. 
Higueras, M. D. & J. Guío y Sánchez (eds.) (1991). Cuba Ilustrada: la Real Comisión de Guantánamo 1796-1802. Lunwerg Editores, S. A., Barcelona. 
Lecha Estela, L. B. (2018). Pinceladas Meteorológicas. Editorial Científica-Técnica, La Habana. 
Martínez Carmenate, U. (2010). El coleccionismo en Matanzas: del gabinete privado al museo público. Ediciones Matanzas, Matanzas. 
Orihuela, J. & O. Hernández de Lara (2018). El proyecto de Museo Arqueológico Cubano de Francisco Ximeno. Cuba Arqueológica Revista Digital de Arqueología de Cuba y el Caribe, 11(2): 75-80.
Orihuela, J. & L. Pérez Orozco (2020). Impacto de los fenómenos climáticos en la historia de Matanzas. Islas 62(197): 128-169. 
Pearce, R. P. (2002). Meteorology at the Millennium. Academic Press, Londres. 
Ramos Guadalupe, L. E. (2009). Belén: el célebre observatorio de los jesuitas en La Habana. Opus Habana, 36. 
Sagra, R. de la (1837-1857). Historia física, política y natural de la Isla de Cuba. Arthus Bertrand, París. 



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